Somos Vero y Calomel (la humana y la felina, en ese orden). A Calomel me la encontré hace ya unos 13 años en la Facultad de Bioquímica de la Universidad Nacional de La Plata. La habían abandonado y deambulaba por los pasillos de la facu, flacucha, necesitada de cariño.
La alcé y se quedó dormida en mis brazos, así me conquistó y ese mismo día me la llevé a casa en el tren. Después de tantos años juntas, ahora que ya no pasa hambre, es un poco más arisca y marca su independencia todo el tiempo. Pero sigue siendo la gata más linda del mundo para mí.
El nombre de Calomel surgió cuando yo tomaba una clase de Química y preparábamos unas soluciones conocidas como pilas de óxido mercurioso (o bien, pilas de calomel).
Recuerdo que le dije a mis compañeros de estudio que cuando tuviera una hija la iba a llamar así, porque me prendó el nombre. Hijos propios no tengo, aunque tengo una hermosa hija adoptiva: Calomel, alias Calito, Calo o Locamel. La adoro”.