En el nuevo gabinete del ministro Pablo Avelluto, Juan Carlos Beati ocupará la Dirección Nacional de Mecenazgo, a la que aportará su experiencia en la Ciudad. La proa está puesta para un cambio de fondo necesario, ha llegado la hora de reactivar un mercado de arte anémico y levantar la cotización de nuestros buenos artistas
Es un secreto a voces desde hace años la necesidad de implementar una Ley de Mecenazgo que la Nación no tiene y la Ciudad sí, con la lógica consecuencia de la serie de proyectos impensados que ese programa impulsado por el ministro Lombardi puso en marcha. Obviamente, es una materia sensible, porque la desgravación impositiva, que beneficia a las empresas “mecenas”, implica una merma en la recaudación de Economía. Nada es gratis. Lo que se gana por un lado se pierde por el otro. Sin embargo, vale la pena la apuesta, porque más allá de la reactivación del mercado de arte y del mercado editorial, implica la oportunidad para elevar el listón en la calidad de las muestras y la cotización del arte argentino. Bajísima en la escena global. Una pintura de la brasileña Beatriz Milhazes se cotiza en 2 millones de dólares; otro tanto el gran ortiental Torres García, mientras que la obra que alimenta la leyenda local de los altos precios sigue siendo un Berni de un millón de dólares… comprado entre varios: Desocupados (foto arriba)
El último proyecto de Ley de Mecenazgo impulsado hace más de una década por Luis Brandoni y un grupo de especialistas fue vetado por el presidente Duhalde, en su corto mandato, porque resultaba cuestionable el Fondo Nacional de las Artes como órgano de aplicación. Algo que parece lógico, porque sería centralizar la acción; en lugar de abrir el juego y crear una comisión ad hoc, en el modelo de la Ley Rouannet de Brasil que corrigió la Ley Sarney por el peligro de las irregularidades. La Ley de Mecenazgo forma parte, o debería formar, de una política de Estado que apunte a posicionar el arte argentino en el mundo de manera sostenida. Un buen ejemplo es la campaña desarrollada por Corea con los artistas minimalistas de posguerra (recomiendo visitar la muestra del CCR salas 4,5 y 6), que están hoy en las ligas mayores, se rematan en Sotheby’s y se venden en Art Basel. Caso Lee Uffan (foto) valuado en 350,000 libras. Se podria hablar también del nigeriano El Anat Sui, que crea suntuosos textiles con tapas de bebidas de bajo costo. Expuso en los Arsenales venecianos en la Bienal dirigida por Robert Storr, a metros de la obra de Kuitca, y también en Artempo esa memorable muestra del Palazzo Fortuny. En Art Basel se vendìa una linda pieza del nigeriano en 1,2 millón de dólares (foto abajo). Detrás del fenómeno Anat Sui hay una pléyade de mecenas, coleccionistas y atentos curadores africanos como Okwui Enwezor. Además de haber logrado colgar un textil con su firma en el Pompidou, de París .
Desde 2001 hasta acá, la escena del arte en la Argentina creció en todos los sentidos, direcciones y geografías. Hay nuevos formatos de gestión, nuevos museos, nuevas galerias y geniales mentes innovadoras dispuestas a deslumbrar al mundo. Pero… no creció la base de compradores que sigue sendo la medida real de un mercado anémico, de escasa proyección y compromiso. Los coleccionistas argentinos viajan invitados a las ferias, circulan por el planeta como invitados VIP y gozan de los privilegios que brinda el prestigio se coleccionar arte. Como contrapartida, las compras realizadas no mueven el amperímetro ni son noticia. Un poético trabajo de Eduardo Basualdo (foto) en galería Ruth Benzacar se vendìa en Basel Miami en 15.000 dólares. Ignoro si se vendió, pero el precio es irrisorio para un artista que fue “estrella” en la Bienal de Lyon y es reconocido por los curadores que tallan en el circuito internacional.
Hace muchos años escribí en LN una columna bajo el titulo “Por qué los argentinos no tenemos un Botero”. Era el gran momento del colombiando, cuyos retratos expandidos y terminados con la tersura de Piero della Francesa se disputaban en las subastas de Nueva York. Y no solo por colombianos. De hecho en las últimas ventas, noviembre 2015, Christie’s acusó el impacto de las ventas de Botero que se tradujo en un 26% del total recaudado. Mucho dinero para la obra del artista nacido en Medellín, que tiene casas en seis países, un taller de escultura en la Toscana y en este momento una galería de obras a cielo abierto en Byscaine Boulevard, Miami. Sus gordas y sus caballos son parte de la explosión arty que vive la ciudad de las palmeras, otrora capital del dolce far niente. El desarrollador y collector Jorge Perez ha instalado varias esculturas de Botero en sus edificios premium (foto abajo).
Esta es una de las claves del Mecenazgo del futuro. Como en Berlin, debería ser ley que un porcentaje de la inversión en metros cuadrados se destine a la compra de obras de arte, lo cual movilizaría el mercado y le daría alta visibilidad a nuestros artistas en lugares clave. Si hasta hace un tiempo invertir en arte para el lobby de un edficio podía considerarse “un acto de filantropía”, hoy es una inversión con retorno inmediato en el valor del metro cuadrado y una poderosa señal de status. Quien lo dude puede remitirse a la compra de dos obras de Jeff Koons para Oceana, el impactante proyecto en Bal Harbour de Eduardo Costantini. Ahora Pluto y Proserpina, una de ellas, se exhibe en ell shopping de Bal Harbour en Miami Beach que celebra los 50 años de vida. Y, por cierto, las grandes piezas que han sumado Alan Faena y Ximena Caminos al patrimonio del ediicio de Foster y del Faena Hotel Miami Beach, desde Jeff Koons, Juan Gatti, Damien Hirst (foto abajo) y Carlos Cruz Diez, hasta una capolavoro de la argentina Amaya Bouquet.
La Ley de Mecenazgo tiene ahora como referente en el gabinete de Avelluto a Juan Carlos Beati, especialista bien informado y con planes interesantes en su carpeta. Pero también hay otras espadas. Andrés Gribnicow, “un hombre del palo” con muchas inciativas públicas realizadas con fondos privados en su haber. Trabajó duro en el Fortabat para abrir sus puertas, en el proyecto de esculturas Arnet y, últimamente, con Jorge Macri en Vicente López. Un “inspirador” en este tema es Enrique Avogrado, segundo en la línea de Avelluto, quien comulga desde siempre con la vocación de darle vuelo a las industrias creativas, como vino haciéndolo desde el Centro Metropolitano de Diseño. Se suma ahora Iván Petrella, intelectual refinado y à la page, de traje oscuro y zapatillas, que aboga por el desarrollo y la promoción de la cultura argentina en el mundo, “allí donde nadie nos conoce”. Una misión en la que tendrá que trabajar en sintonía fina con Asuntos Culturales de Cancillería, que tiene a su cargo montar las grandes muestras en el exterior, como las bienales de Venecia y San Pablo, y las ferias de Frankfurt y Guadalajara, entre muchas otras acciones de difusión. La ley de mecenazgo atraviesa todos estos escenarios.
No tenemos la tradición sajona de filantropía, que puso los cimientos y las colecciones de grandes museos como el Metropolitan, la Frick Collection, MoMa o National Gallery. Tampoco la Red Nacional de Museos que tiene Francia y que es un modelo seguro para la politica federal de la que habla el secretario Petrella, o el collar de museos que inauguró España durante los años de bonanza económica, desde Málaga a Bilbao, desde León hasta Cáceres. Pero sí tenemos una digna infraestructura de museos en varios puntos del país, obvio en Buenos Aires, artistas formidables y un patrimonio único que puede ser recurso sustentable bien administrado. Esta la oportunidad para diseñar una herramienta que potencie este círculo virtuoso y lo proyecte a la Argentina profunda y al mundo.