La gente hace cola en París para visitar los museos (a la derecha en la entrada del Grand Palais) , para entrar al local de Vuitton en Champs Elysées, para comprar zapatos carísimos de Christian Louboutin (abajo derecha), para visitar el local de Abercrombie & Ficht, (izquierda) que ha extendido su área de influencia entre los más jóvenes desde la 5ª Avenida en Nueva York, a un palacio parisino.
Hay colas para comprar la baguette en la panadería del barrio, para elegir la marca de agua preferida en el ” bar de aguas” de Colette, negocio “de concepto” en la rue Saint-Honoré o los clásicos maccaronis de pistacho en Ladurée, de la rue Royale.
Media hora de espera es moneda corriente, y más aún si la intención es una mesa en la vereda en el Cafe Flore de St. Germain. Gajes de la ciudad más visitada por los turistas globales, donde circular en “velo” (bici) es un hábito adquirido por locales y visitantes.
A pesar de la colas, o x ellas, los franceses son campeones del negocio del lujo y han patentado una definicón (ver abajo) que es mucho más que un juego de palabras