Compré el ejemplar del último libro de Michel Houellebecq en el Aeropuerto de Orly por 8 euros. Edición de bolsillo tapa blanda, editorial Jái Lu. He disfrutado este Premio Goncourt 2010 por partida doble. Primero por el estilo de M.H (en la imagen de tapa; esa manera de descargar una batería de datos como si fuera un láser, de crear el ambiente perfecto de banalidad, de romance o de policial, en 413 páginas. Hace funcionar las palabras como un lente cinematográfico, tal cual lo hizo en sus ¨Partículas elementales¨. El recurso de meterse él mismo en la novela le agrega una cuota más al frágil umbral de ficcion-no ficción, en el que se mueve como un pez en el agua. Estudió y conoce el sistema del arte; describe con precisión de connoisseur a los dioses paganos Jeff koons y Demian Hirst (abajo derecha), becerros de oro del mercado contemporáneo. Se anima con ellos, pero también con Francois Pinault, (abajo izquierda), el gran coleccionista francés, dueño de Christie’s, Gucci, Chateu Laffitte, Au Printemps, Converse, que acaba de comprar con su fondo de inversiones Artemis los dos sitios más fuertes de ventas de propiedades por Internet: Capifrance y Optihome. Pinault ya lo vio: se viene el Real State en la Web.
Sigamos con Houllebecq, la estructura del libro deriva del cotilleo del mercado, con sus engranajes y su planeta simbólico y de poder, a un thriller, un poco forzado. Más cómodo está en el sistema del arte: Marilyn, perfecta attaché de presse, sabe como funciona la crítica… Jed Martin, artista- protagonista, es un obsesivo de las marcas. Algo que impuso Bret Easton Ellis , il y a longtemps. En el plano marketinero, M.H. compite con el japonés Murakami. No se priva de nada: desde las bondades de Samsung (unico competidor para el I.phone), hasta el elogio del Audi y del símbolo indiscutido de Mercedes Benz, ¨a pesar del impresionante crecimiento de Toyota y la potencia de Audi, la burguesía mundial sigue fiel a Mercedes ¨(sic). Ca roule Michel!!! Código de reconocimiento, mojones necesarios en la sociedad de consumo?
La literatura busca glamour?. El otro personaje del libro es París, siempre presente, y Francia… Desde los mapas Michelin al viaje interior del personaje al interior del país. Un buen giro. Bien ganado un Goncourt pour La France. De mis años en Letras recuerdo lecturas reveladoras como La conciencia del señor Zeno, de Italo Svevo, o Bartleby el escribiente, de Melville, el poderoso autor de Moby Dick. Tal vez la mayor sorpresa fue descubrir en esos años a Valéry Larbaud y su correspondencia con Ricardo Güiraldez. Gracias a un gran prof, como fue Enrique Luis Revol, aunque no le perdono que para graduarme tuve que preparar un monográfico sobre Los Cantos de Maldoror, de Lautréamont. Mon Dieu.
La carte et le territoire es otra sorpresa. La novela avanza por un ¨territorio¨conocido de códigos, guiños y mucha data. Urbano, mundano y marketinero, M.H. se detiene (hasta) en el ruso Abramovich, que ganó notoriedad por comprar el equipo de fútbol Chelsea y obras de arte carísimas para su novia, heredera de Gazpetrol, que abrió una galería en Moscú. O en Carlos Slim, mexicano magnate de las comunicaciones. El autor ganador del Goncourt camina por la cornisa que separa ficción y realidad; sabe retratar los personajes con la misma destreza que su protagonista Jed Martin los pinta. El comisario estéril, el escritor perdido, la rusa aspiracional. A veces, también él pierde el rumbo. Pero retoma la Autoroute20 con su Audi. Será la publicidad subliminal un nuevo género literario?