Sexo en las redes sociales

 

Pety (le dicen así porque mide un metro y medio) tiene 50 años, es padre de familia y aplicado gerente de una empresa del rubro alimenticio. Está como loco desde que se registró en Yahoo Encounters. Pagó unos dineros para figurar en la zona VIP de la red, donde aparece con seudónimo, datos falsos y una foto en la que asoma rodeado por el resto del equipo de fútbol de la oficina, no sea cuestión que lo descubra su esposa. Ya se acostó con una psicóloga de 35 ( “una tipa bien, lindísima, una mina a la que nunca me hubiera animado”), y también chatea con una veterinaria casada con quien practica sexo lujurioso una vez al mes, cuando ella viene a Buenos Aires, porque vive con la familia en Tandil.

El dato que a Pety le cambió la vida (“estaba aburrido, pero adoro a mi mujer”) se lo pasó un conocido, soltero y también usuario frecuente de Cupidovirtual, Yahoo y Facebook, si, Facebook, porque con aquello de “hacer amigos” y “contactos laborales”, hombres y mujeres aprovechan para pescar ahí también algún que otro touch and go.

Foto Matthew dols/ senserotica.canalblog.com

Empecé a preguntarle a mis amigas si recurrieron alguna vez a este supermercado de amantes, y con qué resultados. Merchu nunca, y ni loca, dice. Ella se “alimenta” en la milonga, pero me cuenta que conoce a una científica del Conicet, de 55 años y separada, que como vive ocupadísima en la facultad (suele sacar algo de ahí también) prefiere el chat para proveerse del higiénico del mes. Carla, que vive en Nueva York y está casada desde hace seis, confiesa que empezó a frecuentar MatchAffairsclub y Scapadasamorosas, sendas páginas de encuentros virtuales para esposas insatisfechas, porque ésa es la razón que la llevó a engañar a su marido. Salió, dice, “con un griego con un pene larguísimo y un japonés rico que vive en Hells Kitchen” y con quien se cita cada tanto. En cambio, su prima Indira no tuvo suerte. Le parece un método demasiado impersonal. “El primer contacto es una especie de entrevista laboral. El otro pregunta y chequea los datos del perfil. Pero lo peor es que todos se describen como los mejores del mundo: son inteligentes, bondadosos, amables, educados, no fuman ni beben, son comprensivos, aman la naturaleza, hacen ejercicios tres veces a la semana, etc etc etc. Y la mayoría de las veces, es mentira”.

The Code: 831

“Internet es un cojinche”, cree María Luisa, cuya capacidad amatoria no tiene fondo, aunque sí forma: odia la computadora. Como otros de los consultados, prefiere “trabajar” al candidato cara a cara, a lo sumo por teléfono, “es más honesto: sos lo que veo, y no un mamaracho fotoshopeado que en realidad tiene piorrea o caspa, o peor, es un loco. ¡Detrás del chat se esconde cada aparato!”.

Y sí. La informática y la web están simplificándonos la vida (y arriesgándola a veces, porque además de las expectativas desmesuradas, guay si te toca un asesino como el de Craigslist).

Como telón de fondo, Jorge, que está obsesionado con el tema de la infidelidad, asunto sobre el que vuelve en su nueva novela La segunda vida de las flores (a punto de salir por Planeta), me pregunta qué pienso acerca de si en esta era cibernética se puede querer a dos personas al mismo tiempo. Difícil la respuesta. La tecnología multiplicó nuestras posiblidades de relacionarnos sentimentalmente, en simultáneo: se puede querer a alguien, tener sexo con otros, e histeriquear con un tercero por el chat. Uno lo toma, o lo deja.

Y ese contexto ¿ qué es ser infiel?…