¿Por qué se termina el amor?

-dale gorda, quedamos así, paso a la tarde y hablamos. Chau, beso, mi amor… te amo, te amo (sic)

Tengo un compañero de trabajo muy culto y medido que cuando habla por teléfono con su mujer y se despide de ella, repite mecánicamente esta frase que, dicha así, tan seguido y fácil, ya me suena a póster de los ochenta. Claro que es lindo que te amen y te lo digan sin metáforas ni elipsis, con las letras bien grandotas escritas en la arena de una playa al atardecer. Pero el uso cotidiano del “te amo” termina desvirtuando el sentimiento. Pierde fuerza, lo vuelve intrascendente. Le quita dimensión. Por eso, a veces prefiero la elipsis a la obviedad.

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Le Love, un blog dedicado al amor

Leyendo una entrevista al sociólogo Zygmunt Bauman, quien acuñó el concepto que describe la liquidez de la vida contemporánea – tomando por líquido lo que no perdura, lo que fluye demasiado rápido y se escurre de las manos – dí con una de las confesiones más redondas que puede hacerle un hombre a una mujer: “lo único sólido en mi vida es Janine, mi esposa desde hace más de 60 años”, dijo Bauman. Si eso no es amor…

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Cuando un ex nunca se va

Hay parejas que terminan muy pero muy mal. Otras lo hacen civilizadamente. Unas, al contrario, no pueden despegarse del todo y transforman la relación: los ex ahora se vuelven hermanos, confidentes, socios, van al cine… son amantes potenciales. Mantienen algo que la psicología define como una “amistad amorosa.”

Salvo que uno sea un molusco sin sentimientos ni memoria, a cierta altura de la soireé todos hemos pasamos por alguna experiencia intensa que (sea solo sexo, o sexo y amor, da lo mismo pues lo que cuenta es su peso en el recuerdo) calificamos como la más importante en nuestro haber. Pero, bien, ¿porqué a veces no dejamos que ese ex parta definitivamente de nuestra vida?, ¿hasta qué punto las relaciones que establecemos después no son un simple “mientras tanto”?

oh ¡ella sigue aquí!via bigfun

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Libros para ratonearse I

Los días grises y nubiosos suelen ser un opio. Pero gracias a Inés, una lectora que cada tanto se cae de visita por el blog y que ahora quiere le recomiende algún librito erógeno, ayer pasé una tarde inquietante acurrucada en las sábanas de algunos clásicos de la literatura erótica, todos prestados por Raquel, mi amiga erudita que siempre me ahorra lecturas parasitarias. En este caso no es fácil recomendar a ciegas, básicamente porque la frontera entre lo obsceno y lo sensual es tan finita que a veces lo que a unos calienta, a otros escandaliza. Y así.

En fin. Como tengo cierta debilidad por la cultura japonesa, instintivamente recordé la temperatura que hay en las páginas de Al sur de la frontera, al oeste del sol, de Haruki Murakami. Uno de los pasajes del libro es tan pero tan vívido que te saca piel de gallina…

Pero a propósito de Inés alquilé Henry y June, dirigida por Ang Lee (Secreto en la Montaña). Pese a que el guión resultó un letargo, la película me condujo hasta la vida de Anaïs Nin, una mujer intensa que ha escrito diarios, cuentos y novelas fogosas. Fuí directamente a la biblioteca por la biografía donde ella revela los entretelones del triángulo amoroso que vivió con el escritor Henry Miller y su mujer June, vínculo que a Nin terminó por liberarla sexual y moralmente de sus íntimos conflictos y ataduras. Léanlo. Es sutil y llana para describir el frenesí sexual que la consume. La peli (una de las escenas más lindas ilustra este post, ellos amándose bajo un puente en París) se salva gracias a la fotografía, a la puesta en escena, y a Uma Thurman que está divina en el papel de bisexual.

Ahora tengo en la mesita de luz varios libros de la colección La Sonrisa Vertical (el título lo dice todo) y, en la próxima, Inés, prometo más sugerencias. ¡Ah! Se me olvida recordarles que este tipo de libros -sobre todo los cuentos cortos- tienen poderes afrodisíacos, es decir, son ideales para leer en buena compañía…