Mate poaching, o robarle la pareja a una amiga

 

Todos tenemos una caja negra en nuestra vida, un cajón perdido al fondo del placar donde escodemos bajo llave esos pecados que jamás confesaremos. Pueden ser episodios que nos avergüenzan o sentimientos y fantasías peligrosamente contradictorias, por ejemplo desear (o haber deseado) lo ajeno, me refiero al marido o a la novia de tu amigo o amiga. Es una clase de accidente muy humano que en cualquier momento puede ocurrirle a todos, voluntaria o involuntariamente. Puede que la situación sea unilateral, que le ocurra solo a uno. Pero puede que seas correspondido. En ese caso… ¿quién de los dos “peca”?, me pregunto mientras como una tarta de cebolla y escucho la conversación de dos mujeres sentadas en la mesa vecina del bar.

Según escribió Joshua D. Foster piscólogo social de la Universidad de Alabama del Sur, en un ensayo sobre el tema publicado por la revista Journal of Research in Personality, eso de robarle la pareja a otra persona es la forma más corriente y silvestre de comenzar una relación. De hecho casi todos los vínculos sentimentales nacen de una ruptura previa, dice. Y puede ser. Siempre he creído que la mayoría de las personas ya conoce a quién será su próximo peor es nada, y que ese sentimiento saldrá a la luz, pero a su debido tiempo. Cuestión es que en la literatura urbana contemporánea el acto de quitarle la pareja a un amigo o amiga se conoce como “mate poaching” (compañero de caza furtiva, es decir, ilegal).

asaltando camas Foto Gza AXE  

 El estudio de Foster concluye que el 63% de los hombres y el 54 % de las mujeres están en sus relaciones actuales a largo plazo gracias a que se quedaron con un amor ajeno. Aunque al decir del analista, que revisó las respuestas de más de un centenar de hombres y mujeres consultados, no es el ladrón quien comete la infidelidad sino aquellos que se dejan “robar”, los que tienen el sí fácil. Son gente capaz de caer en la tentación repetidas veces, como un patrón de conducta.

Es incierto el futuro de los vínculos nacidos del sufrimiento de un tercero, aunque algunos casos demuestran que cuando son verdaderos pueden perdurar, véase el ejemplo más autóctono, el de la rubia y el futbolista, que comieron perdices mientras el marido de ella digería el bochorno público. Sin embargo, bajo ese impulso romántico podría esconderse el profundo trastorno afectivo del cazador, que no necesariamente caza para comer sino por puro deporte. He conocido hombres y mujeres profesionales que lo practican solo para demostrarse a sí mismos que todavía siguen vigentes en un mercado de citas cada vez más exigido.

“Un paciente expresaba hace un tiempo, ‘las mujeres son como el campo, está todo alambrado y pertenece a alguien. No hay territorios salvajes o libres: hay que tomarlos’ recordaba el psicoanalista Andrés Rascovsky en una nota publicada tiempo atrás en una revista dominical. No alcancé a escuchar como acabó la historia que contaban en la mesa vecina, pero no desearía jamás quedar atrapada en la punta de un triángulo enfermo. Sigo creyendo que la felicidad consiste en no hacerle a los demás lo que no querrías que te hicieran….