Las mujeres se aburren antes en la cama

 

¿Quién puede tener la mecha encendida en estos días infernales, estar dispuesto a mezclar fluídos (así dice mi amigo Tulio) bajo temperaturas de 40 grados? Encima, en estas latitudes nos aplasta la humedá. Por mucho aire acondicionado que nos refresque, es natural que el apetito sexual también decaiga en tiempos tropicales. Tranquilamente, entonces, podríamos achacarle al factor climático la falta de deseo que sufren algunas mujeres, que ya de por sí son propensas a aburrirse antes que los hombres en la cama, según una investigación realizada en Canadá y publicada en la revista Journal of Sex & Marital Therapy…….¿será?

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La investigación de Sara Murray, de la Universidad de Guelph, en Ontario, prueba que las ganas femeninas decaen mes a mes dentro de una relación. La científica (o psicóloga, no sé) hizo pruebas con un centenar de parejas hetero y encontró, luego de exhaustivas encuestas y ensayos, que el aburrimiento aumenta a medida que pasa el tiempo, y cuando llega al punto máximo… caput….

Y a quién no le aburre lo que es rutinario? Si al cabo de un año de bostezar empezamos a comernos las orejas, es que nunca hubo carbón suficiente, o al menos eran fuegos de artificio, por eso el estudio intenta demostrar que las relaciones sentimentales que duran en el tiempo “son el resultado de un deseo sexual bien mantenido más que de una satisfacción en el dormitorio“.

 

a ver si nos divertimos un poco, chevia bigfun

Lo que yo siempre digo: puede haber buen sexo, técnicamente hablando, pero no necesariamente sentir ganas de estar con el otro. El informe agrega que las hormonas juegan un papel importante en esa baja de interés, pero que sin embargo “los hombres son constantes en su fijación con una mujer, mientras que a las chicas nos “distraen” otras cosas. Esa distracción pueden ser los hijos, la casa, el trabajo…o un tercero. Lo que aclara el informe es que los hombres, por una cuestión de mandato masculino, suelen no admitir que también se pincharon. Esa situación de ida y vuelta, creo yo, da pie a una situación sin retorno que ya conocemos: la infidelidad, esa maldita costumbre de no hablar a tiempo y decir lo que nos pasa.