Voy a pedirles mil disculpas, pero he tenido una semana inesperadamente triste y felíz, por lo que me ha costado mucho retomar la normalidad de la escritura, amén de que se me ha cortado la luz tres vez en estos días. Pero antes de que todo eso sucediera había escrito este post sobre un asunto bien extraño, aunque no tan extraño, si uno lo piensa un poco: en Vietnam han descubierto que también se puede tener orgasmos por el oído.
escucharte hablar me trae orgasmos auditivos...syntheticpubes bythedirtyhistory via big fun
Uno sabe que las palabras lindas, dichas a tiempo y despacio, pueden ser altamente erotizantes y hasta pueden llevarte lejos si el discurso es lo bastante chancho. Ni hablar si te los chupan con cierto arte. Pero acá se trata de otra cosa. En este lejano país se han abierto una serie de cadenas de peluquerías y spás íntegramente dedicados a la limpieza y purificación de los oídos, donde parece que los tratan como si fueran de celadón, que es lo más delicado de la porcelana oriental. Un turista de California que se encontraba de vacaciones en aquel destino y que tomo un aterapia auriculars dijo, en un artículo publicado en la revista Mercury News que ahora “prefiere una buena limpieza de orejas a una sesión de sexo”.
ay, no me hables así… via revolvers via bigfun
Estas limpiezas coreanas que, imagino, no se hacen con simples isopos de algodón, ya tiene fanáticos que han bautizado el tratamiento como “orejasmos”, u “orgasmos auriculares”, porque les provoca escalofríos ahí. Y algo de cierto debe haber. Consultado por la misma revista, el otorrinolaringólogo Todd Dray dijo que es probable que la sensación de placer sea físicamente real, e intensa, ya que “la piel dentro de nuestros oídos es sumamente delgada, tanto como una hoja de papel. Es súper sensitiva, pues ahí se ubican muchos nervios que convergen”.
Esta noticia me trajo a la memoria una anécdota que viví hace tiempo, una noche en que se me partía de dolor la cabeza y tuve que salir en busca de un médico de guardia. El galeno de turno (que no estaba nada mal, más bien todo lo contrario) tuvo la pésima idea de examinarme también los oídos, a lo que no me pude negar, claro. Los míos son muy vulnerables. Con una linterna en la frente, el tipo miró mis cavernas auditivas y apenas terminó de inspeccionarlas, pronunció la frase para el olvido… “éstas orejas no están muy limpias que digamos”. El bochorno me dejó muda.
Creo que fueron las palabras menos excitantes, aunque confieso que tal vez ese día había olvidado asearlos. Bueno, uno no puede estar siempre en todos los detalles.