El cómic erótico, o el arte de la obscenidad

 

Recuerdo que en las vacaciones de verano mis primos solían ratonearse al calor de la siesta leyendo revistas de cómics erótico que escondían bajo la cama. Yo prefería la Mafalda a las “chanchadas ésas”, hasta que hace unos años simpaticé con Clara, una prostituta algo naïve, dueña de unas curvas como autopistas de circunvalación, que sale a revolear la carterita por las calles oscuras de Buenos Aires. El personaje de Trillo me inspira ternura, y aunque es putísima, es una “nena de pecho” comparada con las heroínas de aquellas historietas.

Lástima que nos queda lejos. En el Palacio de Bellas Artes de Bruselas han montado una muestra de cómic para adultos con más de cien dibujos, esculturas, proyecciones y ampliaciones de viñetas originales concebidas por los fiolos del género: Guido Crepax, Jean-Claude Forest, Guy Peellaert y Paul Cuvelier. Aunque las verdaderas celebritis de la muestra (abierta hasta el 3 de enero) son Barbarella, Valentina, Pravda y Emmanuelle, tremendas minas consideradas un mito por varias generaciones de hombres que “volaron” mirando los desnudos, escenas lésbicas, sexo con animales y robots, voyeurismo e incluso masoquismo, entre otras audacias febriles que protagonizaban las chicas.

En Francia e Italia el movimiento historietístico tuvo su esplendor en la década del 70 y, además de una estética pop de buena factura, se caracterizó por sumar una variedad de elementos que no tenían las publicaciones comerciales de sexo explícito, tal como lo recuerda la gacetilla de la muestra. “Si alguien califica a uno de estos cuatro autores de pornográfico, es que no ha comprendido nada. Sus dibujos retrasan la satisfacción, al contrario que el cine o la fotografía porno, que muestran directamente el objeto de deseo”, afirma el curador.

El padre del género es Guido Crepax (1933-2003), el pimero en llevar las prácticas del sadomasoquismo al papel. Crepax dio a luz en 1965 a Valentina, una fotógrafa inspirada en la actriz de cine mudo Louise Brooks, y que alborotó la imaginación de los lectores con sus fantasías sexuales delirantes. El autor también adaptó a la viñeta algunos clásicos de la literatura erótica como Histoire d’O, Emmanuelle y Justine.

Jean-Claude Forest (1930-1988) le puso un poco de ciencia ficción a Barbarella, la encarnación de la mujer moderna, pero con el cuerpo de la Bardot, y que luego Jane Fonda interpretó en el cine. Paul Cuvelier (1923-1978), por el contrario, tomó imágenes del arte clásico para llenar sus tiras de sensuales amazonas, gladiadores y personajes mitológicos como los minotauros. Guy Peellaert (1934-2008) creó dos series, Jodelle y Pravda, iconos de la era psicodélica. También hizo tapas de discos de los Rolling Stones, David Bowie y carteles de películas de culto como Taxi Driver (Martin Scorsese) o París, Texas (Wim Wenders, ¡¡qué linda peli!!!).

En Buenos Aires hay librerías de cómics que suelen atesorar ejemplares de estas historietas de culto, a veces tan guarras como el porno, aunque algunos se empeñen en decir que no lo son. Como tampoco lo es el animé japonés, que tanto el gusta al lector Pablo.