Una clase de Tantra bajo el arbolito de Navidad

 

Quizás la noche vieja no sea el mejor momento para tener sexo, sobre todo si hay invitados en casa y son esa clase de amigos o familia que se instalan, que no se van hasta haber vaciado la última botella de espumante. Cuando se van caes desplomado, y encima queda toda la cocina por limpiar. Pero seguramente después de la resaca, la mañana del 25 sea un momento propicio para retomar ese hábito saludable que es el querimiento horizontal, en especial si la relación viene descuidada en ese plano, sea porque el año fue difícil o porque la vida está llevándolos para lugares diferentes, sin que podamos evitarlo. Pero hay que intentarlo, y esta fecha es perfecta.

La levadura de la pasión es la imaginación, así que un buen regalito bajo el árbol puede empezar a despabilarnos. En las góndolas de las librerías porteñas suele haber algunas buenas ediciones sobre erotismo, y nunca falta el utilisimo Kamasutra ilustrado con figuras chanchas e inspiradoras. También se pueden regalar juguetes, lencería erótica, vales para sesiones de masajes en pareja en algun spa urbano o bien, o mejor dicho lo ideal en estas épocas estresadas, podria ser un curso de Tantra, algo que seguramente no han hecho nunca, y que les dá curiosidad.

Me han invitado a varios seminarios durante el año, pero para estos rituales se necesita disponer de tiempo, y coordinar agendas, pues si vas a pasarte 24 horas en la cama, mejor dedicarle todo el espacio que merece.

El Tantra es una práctica nacida en la India hace más de 4000 años y su filosofía apunta a explorar el deseo con un propósito espiritual. Va mucho más allá de la sexualidad, y de la genitalidad, por eso mismo es aplicable a todas las cosas de la vida, pues se trata de ir lento, como el midfulness, de expandir la conciencia. En el caso del sexo busca prolongar el contacto y el goce mediante técnicas de respiración, masajes y ejercicios yoguis. Entre sus beneficios más notables es que las personas aprenden a experimentar orgasmos no genitales, más profundos y prolongados, pues la mayoría estamos acostumbrados a encuentros cortos y de descarga, coinciden los maestros de la disciplina. Se dice que un buen tántrico logra que su encuentro dure en promedio tres horas, algo solo posible de realizar en la siesta de un domingo.

No se me ocurre un regalo mejor en este siglo de velocidad digital, relaciones virtuales y onanismo cibernético. La realidad es insuperable, y cuando se comparte, mucho mejor!

Feliz Navidad!