Sexo y arquitectura en 1000 m2 para placer

 

Los albergues transitorios en la Argentina no son otra cosa que la “evolución” de los viejos prostíbulos urbanos que dejaron de funcionar en 1937, cuando entró en vigencia la ley de profilaxis que prohibía el ejercicio del oficio más viejo del mundo. Entonces los amantes clandestinos se quedaron sin un lugar donde hacerlo y ahí, rápidos de reflejos, los inmigrantes gallegos vieron el filón del alojamiento por horas, un negocio que subsiste hasta hoy. La liberación femenina de los años sesenta alentó el auge de estos templos para el amor furtivo, símbolo de la trampa y el pecado.

Recorrí unos cuantos cuando me tocó escribir sobre la historia de los telos amueblados porteños, que después de facturar millones empezaron a caer en desgracia a mediados de los 80, entre otros factores, a causa del SIDA que replegó a hombres y mujeres a la monogamia (por un tiempo). El Viagra los devolvió al circuito. Hoy son una salida para parejas que huyen de los hijos chicos, y para de los matrimonios que necesitan aventar el fuego, también sirve a quienes todavía viven con sus padres. Telúricos, bizarros, modernos, kitsch y con escenarios cinematográficos desopilantes, listos para cumplir cualquier fantasía erótica (como hacerlo en una isla, sobre un caballo, en un carruaje o un tobogán, en la escuela o en la cama de un hospital) siempre me pregunté cómo esos decorados decadentes podían despertar el deseo sexual de alguien. Al menos a mí si alguien me gusta, me importa la estética que rodea su vida cotidiana, y eso define todo lo demás. Puedo lidiar con plantas falsas, sillones de cuerina y pisos de porcelanato, pero me mata el baño con escobita detrás del inodoro y el florero de plástico en el centro de la mesa.

con bata y en la cama, Hefner reiventó desde Playboy la sexualidad americana

Pienso en todo esto a propósito de la primera exposición que acaba de inaugurarse en Barcelona, “1000 m2 de deseo” Arquitectura y Sexualidad, una muestra íntegramente dedicada a explorar la importancia del espacio en los comportamientos sexuales de la sociedad occidental desde el siglo XVIII hasta nuestros días. Una propuesta brillante y ambiciosa, pues sin duda el escenario impacta en la intimidad de las personas. De hecho cuando pensamos en sexo, lo primero que pensamos en dónde vamos a hacerlo.

La muestra, que está en el Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) descubre cómo se han construido, proyectado e imaginado esos lugares para el esparcimiento carnal a través de dibujos y maquetas de arquitectura, instalaciones artísticas, audiovisuales y libros, e indaga en el poder de la estética sobre el autoerotismo, al tiempo que sugiere su influencia en la creación de los estereotipos que arrastramos. Desde los refugios pecaminosos que describen los textos de Sade, hasta el ideal de las casas colectivas del hippismo, los baños públicos, el cuarto del matrimonio, el departamento del playboy, sexshops, moteles de ruta, saunas y habitaciones para el BDSM, también los espacios virtuales para el cibersexo, como las redes sociales y las apps de citas, todos lugares que invitan a repensar cuál es el lugar del placer en esta sociedad contemporánea.

el sofá de Sade, ideal para.barjsjakeveci sunshine

La vedette de la exposición es una réplica de la cama giratoria del inoxidable Hugh Hefner, fundador de la revista Playboy que redefinió la vida sexual de varias generaciones. Hefner hizo de su lecho su oficina, su sala de reuniones, su living, su mesa, su confesionario y un ring para revolcarse con sus conejitas. Si están por Barcelona, hasta el 19 de marzo se puede visitar. Traigan fotos!