“Un día vas a conocer a alguien que te guste, que te vuele la cabeza, que te vuelva loco, que no puedas dejar de pensar en él en todo el día (…) ese día no te va a resultar tan fácil cerrar la puerta, ¿sabés? Ese día…va a explotar el mundo” - Farsantes
“¿Qué vamos a hacer con esto?” pregunta Pedro. “¿Con esto?” retruca Guillermo. “Sí, con lo nuestro”. No es casualidad que aludan a su vínculo con pronombres. Ni uno ni el otro pueden definirlo. Pedro no puede porque no sabe bien qué le pasa, porque nunca había sentido nada por un hombre. Guillermo no puede porque, a pesar de su experiencia, ve en la mirada de su socio algo parecido a la salvación. Y eso da miedo. Farsantes – ficción a la que llegué tardíamente, o en el momento en el que tenía que llegar – muestra esa relación entre Pedro y Guillermo sin ninguna clase de presura y esa decisión poco tiene que ver con los rasgos más inamovibles de las telenovelas (retrasar la concreción del placer mediante una sucesión de obstáculos) y mucho con la naturaleza de la dinámica entre esos hombres que se queman mutuamente la memoria desde el capítulo inicial, cuando cruzan miradas por primera vez. O incluso antes, cuando Guillermo lo elige a Pedro como socio sabiendo, solo con mirar su imagen en el currículum, que esa persona iba a cambiarle la vida. Por eso, el primer beso entre ellos no es un beso más/cualquiera/arbitrario. Es un beso precedido de confusión, flirteo, angustia, llamados nocturnos, profundo conocimiento mutuo. Es un beso precedido por una secuencia en la que Guillermo, ese que minutos antes le había advertido a Pedro que ya era lo suficientemente adulto como para ser permeable a sus vaivenes, le limpia la cocina, le hace un té, lo arropa, le toma la temperatura, lo acompaña en su estado febril. Así, con esa economía de recursos, y con las perfectas miradas de Benjamín Vicuña y Julio Chávez (en dos extraordinarias actuaciones), Farsantes muestra cómo nadie nunca, justamente, debería mencionar la palabra nunca. Porque el nunca a veces sirve, ayuda, aplaca, organiza los pensamientos, pone los sentimientos en su lugar. Pero es una utopía. El nunca me voy a enamorar. El nunca voy me voy a dejar lastimar. El siempre voy a esquivar(te). No sirve. Al corazón no se lo puede trabajar de esa manera.
“yo lo vi de repente…no es que lo quisiese para mí, yo quería sólo mirar; es que los seres excepcionales están expuestos a más peligros que las personas comunes…pero él en cierta manera me había dado mucho con la sonrisa de camaradería de dos personas que se entienden; yo no entendía todo eso…el coraje de vivir” – Agua Viva (Clarice Lispector)
Cada escena entre Pedro y Guillermo está construida de modo tal que uno se encuentre en una postura y concluya en otra, justamente para reflejar hasta qué punto nadie está exento de ser modificado por el fulgor del otro. Como cuando Guillermo – quien odia las chacras, las vacas, la alfalfa – pasa todo un día en el campo con Pedro. Como cuando Pedro – quien nunca sintió celos de nadie – no concibe que otro hombre se acerque a Guillermo. Como cuando Guillermo – cuyo mantra es que todas las relaciones siempre terminan igual/mal – reformula su visión de las cosas y le asegura a Pedro que hay vínculos destinados a sobrevivir. Que si no sobreviven, es porque nunca hubo amor. El criticado final de la historia entre ellos, signado por la muerte de Pedro, no sólo vuelve a hablarnos del amor como gran acto de fe, sino que aborda ese concepto de supervivencia de manera literal. Pedro está presente en el pensamiento de Guillermo mucho tiempo después de su partida. “Los pasos ya no sólo están próximos y fuertes. Ya no sólo están en mí. Yo marcho con ellos” escribió Clarice Lispector. Como hablamos nosotros el viernes, para que un amor sobreviva no siempre hace falta la presencia física del otro, porque ese otro puede seguir estimulando el recuerdo a través de esa paradójica forma que tiene el silencio de volverse energía. Una energía incluso más poderosa que la de cualquier palabra. Pero hoy sí quiero escribir una palabra puntual: libertad. Como también decía Clarice: “la cárcel es la seguridad; las barras, el apoyo para las manos” mientras que la libertad “es solo para unos pocos”. Y es cierto. El sentirnos libres para experimentar llega acompañado por el pánico ante la inminente concreción de eso que tanto se quiso (“que el placer que juntos inventamos sea otro signo de libertad”). Por lo tanto, si no queda claro a qué se refieren Pedro y Guillermo cuando se preguntan sobre qué hacer con “esto”, al repasar toda su historia se vuelve cada vez más evidente. “Esto” es ese barco que apareció para rescatarme. “Esto” es lo que único que me importa. “Esto” es (ni más ni menos que) la ansiada libertad. ◄
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► [COMPILADO] Un hermoso video que repasa la relación entre los personajes de Julio Chávez y Benjamín Vicuña:
Guillermo y Pedro - Volve! Volve! Volve! from Janek Miklos on Vimeo.
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► [PLAYLIST] Las canciones que marcaron la relación entre Guillermo y Pedro en Farsantes:
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► [GALERÍA] Las mejores parejas románticas (y algún que otro bromance) de la televisión:
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¡BUEN MARTES PARA TODOS! Retomamos la sección SERIES con una consigna: ¿cuáles son las mejores parejas románticas que ha dado la televisión? Los invito a hacer sus aportes para configurar una nueva galería y quienes hayan visto Farsantes también pueden comentar sobre el programa; como siempre, gracias por leer, por comentar, los leo y los veo mañana; ¡que tengan un buen día, muchachada! ¡hasta el miércoles!
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