Hoy en Cinescalas escribe: Guillermo Tomoyose
Entre tantas escenas emblemáticas y musicalmente fascinantes que tienen varios de los tÃtulos de la filmografÃa de Quentin Tarantino, hay una que carece de todas esas virtudes, y sin embargo me apasiona: la visita que realiza la vengativa Novia al hombre de Okinawa. Este momento simple en Kill Bill Vol. 1 es una buena manera de aprender algunas palabras japonesas, en ese diálogo naif, hilarante y, por momentos, sutilmente violento.
Okinawa, one way
La mirada hollywoodense que tengo de Japón es, por cierto, limitada. Algunas cosas de Black Rain, otras de Duro de matar (¡cómo olvidar la torre Nakatomi Plaza!) y, de forma más reciente, El último samurai, con Tom Cruise (âPido permiso para suicidarmeâ). Dentro de todos esos films, sólo la trilogÃa Karate Kid devela con ciertos detalles los usos y costumbres de la región más austral y tropical de las tierras niponas: la prefectura de Okinawa.
Este conjunto de islas fue escenario de una de las más cruentas batallas de la Segunda Guerra Mundial en el PacÃfico sur. Desde aquel entonces, luego de la capitulación japonesa, Okinawa posee una de las bases militares más importantes en la región, que de forma constante es blanco de crÃticas por los constantes problemas que le genera a la población local. Sus nativos, que se destacan por ser una de las poblaciones más longevas del mundo, se enorgullecen de su propia idiosincracia, ligada a usos y costumbres tanto de China como de Japón. Es allà a donde la Novia, el personaje que interpreta Uma Thurman, decide ir, con el objetivo de encontrar al hombre de Okinawa.
Mirá la escena de El hombre de Okinawa:
Do you understand me?
La escena en el bar transcurre con un cándido diálogo entre el anfitrión, un sushiman parlanchÃn que esboza ansioso su dominio del inglés con la Novia, una americana recién llegada a Okinawa. Marcados por la naturaleza imperativa propia de la fonética del idioma japones, los momentos más violentos se reflejan en las disputas que tiene Hanzo con su ayudante haragán.
A diferencia de la escena del bar en Perros de la calle (que finaliza con el pegadizo âLittle green bagâ), no hay una canción caracterÃstica que el director haya deseado en este pequeño clima Ãntimo. Ante esta ausencia, la ambientación revela detalle muy caracterÃstico de los isleños: los dos pequeños âdragonesâ ubicados en los extremos de la mesa del bar. Lo de âdragonesâ va entre comillas, porque estas estatuillas representan a Shisa, un ser mitológico propio de la cultura isleña, mitad perro y mitad león. Estas figuras decorativas, que usualmente se presentan en pareja, son utilizadas para auyentar a los malos espÃritus, y rigen el papel de guardÃan en cada uno de los hogares. A simple vista, parece ser un detalle menor, pero no lo es: esta figura mitológica, tan propia de Okinawa, termina siendo la figura que Hattori Hanzo imprime sobre la espada que la Novia utilizará para llevar a cabo su venganza.
PodrÃa haber elegido, en plan demagógico-tribunero, alguna otra escena con una mayor violencia visual explÃcita; sobran ejemplos en la filmografÃa de Tarantino. Sin embargo, desde lo personal, no puedo estar más identificado con este instante: diálogos tarantinescos de pura cepa, junto a todos esos aspectos propios del legado que tengo de parte de mis padres y abuelos, oriundos de Okinawa y es, desde esa mirada, la excusa perfecta que tengo para contarles mi predilección por el capÃtulo cuatro de Kill Bill.
âWell, thank you. I mean, arigatoâ.
Hoy no solo quiero que opinen sobre Kill Bill sino que también compartan, como hizo Guillermo, con qué directores han aprendido sobre ciertos temas; para escribir en Cinescalas, deben mandar sus notas a milyyorke@gmail.com
* RECUERDEN QUE SI QUIEREN SEGUIR LAS NOVEDADES DE CINESCALAS POR FACEBOOK, ENTREN AQUÃ. Y CLICKEEN EN EL BOTÃN DE âME GUSTAâ ¡GRACIAS!