Hoy en Cinescalas escribe: Gonzalo Frick
Desde el mismo día que escuché que David Fincher había aceptado el proyecto de hacer la versión Hollywood de Män som hatar kvinnor (literalmente “Hombres que odian mujeres”), The Girl With The Dragon Tattoo en su versión en inglés, me dije a mí mismo que, contra todo pronóstico, tenía que darle una oportunidad. Es sabido a ciencia cierta que en su afán por tener una versión propia de cada gran película extranjera, Hollywood ha cometido muchos errores destrozando en el proceso grandes obras. Lo que le valió una fama que Fincher viene a tirar por el piso. Meses más tarde cuando, con el primer tráiler en mano, me entero que David estaba trabajando junto a Trent Reznor y Atticus Ross como ya había hecho en The Social Network en el apartado musical, y junto a Steven Zaillian en el guión supe que como mínimo iba a ser una buena película.
En el tiempo que esperé el estreno, y créanme que pareció más largo de lo que fue, tuve la suerte de leer una nota a Dave Grohl donde contaba su experiencia trabajando con Trent Reznor, y lo describía de la siguiente forma: “Él puede hacer el trabajo de todos mejor que ellos mismos (…) Lo gracioso [de trabajar con Reznor] es que podía venir con un demo y decirte “Ok, es un crudo, no estoy seguro sobre él, pero escúchalo” y cuando lo escuchaba era la pieza más increíble de música que jamás escuche”. Este tipo de eventos, totalmente fortuitos, fueron alimentando más y más mi deseo. Por un lado, me pasó lo que a muchos, la expectativa comenzó a asustarme, estaba poniendo demasiada esperanza en lo que me gustaría ver, estaba perdiendo objetividad y me hundía en el mar de los rumores, las noticias y los datos no confirmados.
El jueves pasado pude sentarme en una sala de cine, el mismo día del estreno a mirarla, y con sólo iniciar la secuencia de títulos principales supe que no había expectativa capaz de alcanzar lo que realmente iba a ser la película. La versión de Trent y Atticus de “The Immigrant Song” retumbaba en mis tímpanos gritándome que iba a vivir dos horas y medias de excelente cine, y no sólo por el trabajo musical impecable, sino porque los títulos principales son dignos de competir entre los mejores jamás hechos (allá con el post de La Primera Impresión es la Correcta).
Mirá los títulos de crédito del film:
Y miren ustedes que llevo tres párrafos y sólo terminé con los créditos principales. No voy a spoilear la película americana, ni sus versiones suecas, ni las novelas que dieron vida a esta obra maestra. Quiero terminar el desarrollo de esta “pseudo” crítica, contándoles que esta es una adaptación excelente, que puede no ser cien por cien fiel al libro ni seguir al pie de la letra todo lo que éste dice. Pero como nos ha enseñado nuestro compañero Peter en varias ocasiones, cuando un libro va al cine, lo que vemos es la interpretación de aquel que escribe y dirige la película. Y puedo decirles que tanto Zaillian, con su habilidad para crear atmosferas opresivas, y Fincher con su don para hacer, literalmente, magia con las imágenes han logrado una de las mejores, sino la mejor, adaptación cinematográfica de una novela que he visto en mi corta vida. Porque se centra en lo que importa de la novela, no la excusa que hace de hilo conductor sino la historia del personaje que nos llevará a navegar por dos películas más si llegaran a realizarse.
He leído críticas donde resaltan que no hay un desarrollo profundo de los personajes o que los actores no están a la altura, fueron pocas por suerte, son muchas más las que elogian el gran trabajo del mejor realizador que actualmente tiene Hollywood. También escuché que tiene escenas innecesariamente violentas tanto física como psicológicamente. Pero quiero dejarles una reseña que les va a servir para ver la película a conciencia, la novela original trata un problema que el país al que pertenecía su autor, Stieg Larsson, sufrió por demasiado tiempo: el abuso sexual y la discriminación de género. Y por sobre todo recuerden que el estandarte de esa idea es una chica, bisexual, dark, tosca, andrógina, turbada que la pasó de todo menos bien en su vida, y aún así Rooney Mara debajo de todo eso, con una sonrisa torcida (tal cual la describen en el libro) deja ver una humanidad mucho más grande de la que cualquier de nosotros puede ostentar, contra cualquier prejuicio que otros personajes presenten.
Por Gonzalo Frick
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