Solía contarme un querido tío muy futbolero que, en ocasión de la muerte de un presidente de Chacarita, otro dirigente funebrero fue entrevistado por una radio, justo después de un partido en que Chaca había triunfado. La reflexión del entrevistado, asociando los dos eventos –la muerte y el triunfo deportivo– fue: “el toma y daca de la vida”.
No quiero cometer una obscenidad similar y decir “Chávez fue un hombre con suerte” justo en estas horas. Pero digámoslo así: bajo el gobierno de Chávez, Venezuela tuvo una suerte extraordinaria, incluso en comparación con sus vecinos ya bastante afortunados de Sudamérica. El discreto desempeño en términos de crecimiento económico que comentamos aquí, y la reducción de la pobreza no excepcional en la comparación sudamericana se dio en un contexto en el que Venezuela se benefició con una *quintuplicación* de los términos del intercambio.
Es decir: con la misma cantidad de exportaciones, la Venezuela de Chávez podía comprar, en los últimos años de su mandato, cinco veces más de importaciones que su antecesor en el cargo. Como me decía mi amigo el Dr Pangloss vía mail: “Hasta Rafael Caldera [presidente antes que Chávez, nacido en el año 1916] habría sido un líder popular”.