“Ser puto es subversivo”, opina el escritor Luis Negrón

Luis Negrón estuvo en Buenos Aires presentando la flamante edición de Mundo cruel (Páprika Editorial) con un caluroso recibimiento y reconocimiento al autor, ganador del Lambda Literary Award 2014 for Gay Fiction. El libro de cuentos recorre el mundo gay desde una mirada no gay y a la vez bien intransigente, cruda y marginal, que deja una sensación seca, angustiante, produciendo placer por el entramado de las historias y la prosa al mejor estilo Carver o Dani Umpi.

Luis Negrón, en entrevista para Boquitas pintadas; foto de Facundo Soto

En esta entrevista con Facundo R. Soto, para Boquitas pintadas, Negrón habla de su libro, que ya está recorriendo el mundo. Dice: “Yo  creo que el libro negocia con la homofobia. Ha tenido éxito amplio, no de gueto, porque no lo leen necesariamente los gay. Juego un poquito con esa idea”. Y agrega: “Mucha gente me dice que no sabía nada de ese mundo. Pero cómo se ríen, cómo lo gozan… Buscamos la igualdad y celebramos las diferencias”.

-¿Te sentís parte del movimiento gay-queer, después de haber ganado este premio?

-Lo que me molesta es la forma en que la mercadean, tapas de libros con chicos lindos, musculosos, desnudos. En Guadalajara, una editorial gay, acaba de publicar una novela brasilera del siglo XVIII y ponen un chico en calzoncillo.

-¿Y por qué pensás que pasa eso? Yo tengo una hipótesis…

-Dicen que si no hay un hombre desnudo en la tapa, la gente gay no lo compra… Es lo mismo que los que piensan que, para vender una motocicleta hay que poner a una chica en traje de baño. Identificar un libro para que se vea que es de temática gay no me molesta, incluso estoy muy pendiente de buscar esa familia extensa que uno tiene. Es buscar, un poquito, reafirmar, que somos similares y que vivimos las mismas situaciones. No hablo por un grupo pero obviamente pertenezco. No soy la voz de una comunidad…

-Marco Berger decía que ahora no quería hacer una película gay para no quedar pegado a ser un director de cine gay: ¿Cómo es en tu caso?

-Pues, que te etiqueten está bien. ¿Cómo no te van a poner una etiqueta de portorriqueño o caribeño? Que te etiqueten está bien. Que digan que sos lumpen, o lo que sea; una más está bien… Y si me invitan a un Congreso gay y me pagan, mejor. Mira esta tapa, bien creativo. El que está buscando algo gay, ahí lo encuentra… (Hace referencia a la edición de Páprika con ilustración de María Luque).

-Es más abarcativa…

-Claro, lo pone en un universo más grande, que pertenece a un todo. Esa dualidad que logran acá me gusta…

-¿Cómo trabajaste los cuentos que tienen, a mi criterio, una estructura firme?

-Cada historia la pienso mucho. Algunos son más espontáneos como el de Por Guayama, que tenía una idea poco clara pero… Tú te sientas a la mesa con pocas cosas pero a la hora de escribir se van multiplicando… Es como sentarte a tomar un café pero terminas cenando. Uno también es el primer lector y editor. Cada cuento manda, exige una trayectoria, cuan vicioso puede ser o cuan ambicioso puede ser. No diría que tengo una técnica, pero sí que sean honestos y evitar la trampa. Lo que sobra lo saco.

-¿Qué es lo que pensás? ¿La historia u otra cosa, la forma por ejemplo?

-Oye, pienso mucho lo que escribo. La atmósfera y el sonido, que es lo más importante para mí. Cómo suena un cuento. Cuando tengo el tono me siento con toda la confianza para escribir, porque es lo que necesito. El tono para mí es todo, ya estoy a salvo. Lo demás es disciplina y oficio. Muchas veces me senté a escribir y fracasé, porque todavía no sabía cómo sonaba esa voz. Cuando tenés una idea de una canción, tú tienes algo, pero es la música la que te ayuda a formar la letra. Después le pones la coreografía, la ropa, la música, pero para hacer la letra necesitas la música; para mí. Yo soy un escritor muy de sonido, me gustan las palabras por cómo suenan.

-¿Escribís poesía?

-No, no, pero leo mucho. Acá conseguí un libro de Jaime Gil de Biedma, que andaba buscando desde hace tiempo… Es un poeta esencial, que cuando lo leas vas a saber porque. Es alguien que te habla muy de cerca…

-El libro tiene más o menos la misma atmósfera, que en parte tiene que ver con el tono, o van por la misma línea, de lo crudo, descarnado… ¿Lo pensas así?

– Bueno, hay coincidencias como el escenario, el barrio donde se da que no importa donde es pero es reconocible. Es algo que yo tengo muy presente cuando escribo, es muy orgánico. No lo describo con detalles porque pienso que no hace falta. La esperanza es que eso se traduzca de otra forma, no directamente como lo haces. Sí, si es un barrio grande o pequeño. En el cuento Botella todo transcurre muy rápido,  porque pasa en el barrio de San Juan, donde todo es muy veloz. San Juan es una ciudad que tu recorres bien rápido, porque en tres horas cruzas la isla completa, sábelo, de este a oeste; no nos podemos perder. La frontera del barrio es una imagen importante que yo quería que se permeara en el cuento; yo no sé si esto se transluce… Escribir es pensar mucho, ¿no? No es una cosa así, azarosa…

-A pesar de haber ganado el premio tenés que seguir trabajando, ¿no? Y trabajas de librero en Puerto Rico, ¿no? Bueno, cuando elegís un libro para leer, ¿en qué te fijas? ¿Qué buscas, qué esperas de un libro, como lector?

-Bueno, estoy muy pendiente de los títulos. El primer párrafo. A la gente que tiene dudas, para llevarse un libro, le digo que se siente por ahí y que empiece a leerlo; y si lo agarra que se lo lleve. El primer párrafo tiene que convencerte, la oferta. La entrada a una novela o a un libro de relato es como el lobby, tú sabes que ahí está la información que te lleva, a veces directamente a la habitación.

– Que te lleve a algún lugar…

-Un libro es un compromiso. A veces a largo plazo. Y tenemos cada vez menos tiempo… Hoy, con Maxi [Papandrea], hemos hablado mucho de libros y me mencionó uno, de César Aira, Un episodio en la vida del pintor viajero, y me fascinó…

-Además veníamos para acá y por Salguero vemos caminando a Aira con una bolsita del MALBA. Volvamos a lo que te atrapa de un libro: los títulos

-Los títulos y el primer párrafo son los que me atrapan. Es una buena pregunta que no se contesta de una sola forma. Es como que te digan, qué te gusta de un hombre. Si dices alto, rubio, es mentira, porque siempre hay algo más. Es algo instintivo cuando lo agarro y me lo llevo. Yo soy librero, pero también tengo mi librero. Es como los médicos, ellos no se atienden a sí mismos, tienen su médico… Como librero uno sueña con leer algo primero…

-Como un editor…

-Claro… Es chévere descubrir un libro que va a dejar marcado a la gente, que no lo va a olvidar fácil, eso es lo lindo. Me gusta Luis Chávez, un poeta que ahora acaban de publicar la novela Salvapantalla. Me fascina, él como poeta.

-¿Si tuvieras que recomendarme un libro, a mí y a la gente que lee Boquitas pintadas, qué nos recomendarías?

-¿Leíste a la chilena Nona Fernández? Tiene un libro que te lleva, que te hace… Vas siguiendo, feliz, a un carnaval, y te está llevando a un lugar que… vas a salir igual.

-Ya me lo vendiste…

-Eso se agradece. O Federico Falco, que estoy fascinado… Cómo escribe con esas abundancias… El cagón es cagón, la lluvia es un diluvio… Con pocos elementos te transforma todo. Su forma de escribir es exótica. Que me lleven a otros lugares, que no sabes y la honestidad.

-¿Cómo se desarrolla en tu país la movida de las marchas LGBITQ?

-Pasa de todo. El Festival de Cine Queer de San Juan es el más exitoso de todo el mundo, es donde hacen más plata. Es que lo ve todo el mundo. Y dan películas buenas. Para mucha gente son porno. Judicialmente hay matrimonio igualitario. Adopción de niños. Está a punto de resolverse los estudiantes de escuela pública para que usen el uniforme con el que se sientan más cómodo, con el género con el cual se identifiquen. Un niño que nació varón puede ir con falda; eso ya no lo pueden prohibir porque la ley lo protege. Pero eso no quiere decir que pase. Una cosa es la ley y otra es San Juan, que es la Capital y otra cosa es el resto del país. Todavía está el Medio Evo y la Capital, como pasa también en Estados Unidos. Mirá Francia que todo el mundo pensaba que era pro gay y cuando estaban con el asunto del matrimonio igualitario salieron millones de personas en contra…

-Es que todavía hay mucha gente cristiana, o sea dogmática, que no se cuestiona nada…

-Sí, sí. Siempre hay que convivir porque, por más que estén los espacios hay que conquistarlos permanentemente, porque están las dos cosas; siempre. Hay cierta comodidad. Tú ves una parejita de la mano, en algunas áreas, pero eso no asegura nada. Están estudiando los crímenes de sodomía, en Puerto Rico, en el siglo XVIII, y encontró una historia de una loquita, negro él, que una vecina lo acusa de sodomía con un soldado español. Le preguntan si es verdad y él dice, después de Dios a quién más amo es a él. Tú empiezas a mirar y dices, lo que faltaba es escribir sobre eso, pero eso siempre ha estado ahí. La fuerza de eso se siente, aunque haya sido tres siglos atrás. Yo no sé si con tanta legislación nos atrevemos a decir eso, si tiene esa importancia o no hacía falta… Ser puto es subversivo… ¿Tu eres gay? Yo no, porque no tengo ropa para serlo. Soy puto de barrio. Ser puto es subversivo…

-¿Aportó algo Mundo cruel a tu país, en tu comunidad? 

-Yo  creo que el libro negocia con la homofobia. Ha tenido éxito amplio, no de gueto, porque no lo leen necesariamente los gay. Juego un poquito con esa idea. Mucha gente me dice que no sabía nada de ese mundo. Pero como se ríen, como lo gozan… Buscamos la igualdad y celebramos las diferencias…

-Es una puerta de entrada…

No presento al gay que todo el mundo quiere ver, el de los escaparates, o al viejo bondadoso, buey. Esto resulta incómodo porque es honesto. Por eso estoy contento.

-Bueno, acá hay muchos consumidores de Osos y otras prácticas que rompen con heternormativo impregnado en la cultura gay…

-Bien. Hace poco que estoy aquí y ya me enamoré de esta ciudad que es preciosa.

-¿A qué publico te dirigís o cuál es tu ideal de lectores? Dani Umpi me decía que son las mujeres solteras, viejas y gordas…

-La esperanza es que encuentres un lector que quiera participar, porque Mundo cruel no te lo da todo. Tiene que ser un lector que pueda llenar los espacios en blanco, que no se detenga en las palabras que tendría que tener y no tiene. Que me acompañe.

-¿Qué sea gay?

-No, no, no necesariamente… ¿Tú como escritor piensas en eso?

-Bueno, a veces, algunos libros, sí. Porque me di cuenta que faltaba contar algunos temas o situaciones que vivimos y que está bueno leerlo o verlo en una peli, para identificarse

-Hace poco un muchacho de Perú me dijo que lo describí a él. Y otro de San Juan que él ha sido todos los personajes del libro a lo largo de su vida. Una maestra de un pueblito que tiene un muchacho autista en su salón les asignó el libro, y uno que casi no puede comunicarse conectó con Mundo cruel. Son cositas con las que uno dice Woow. Me gustan las historias, me gusta contar historias… Me encanta sentarme en una barra y hablar con gente desconocida. En la guagua, el colectivo, me entero de un montón de cosas; mi mamá me regañaba porque decía que para mí todo el mundo es bueno y que era amigo de todo el mundo. Yo soy así, le abro mi casa para todo el mundo.

-Aunque el mundo sea cruel…

-Aunque el mundo sea cruel…

 

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Una marcha de la diversidad para eliminar el código de faltas que criminaliza en Córdoba

Hace cuatro años que se marcha en Río Cuarto, la segunda ciudad en importancia luego de la capital de Córdoba. La marcha de la diversidad surgió, primero con un puñado de militantes en una sociedad descomprometida de estos temas “invisibles”, y ahora convoca a cientos de activistas y vecinos que intentan apoyar las políticas inclusivas.

Este año, la multitud -entre la que me incluí- marchó por la derogación de los códigos de faltas. “En consonancia con marchas que se hacen en todo el país empezamos a organizar la nuestra”, dice, bandera en mano, Walter Torres, presidente de la asociación civil Mesa de la Diversidad, coordinador de Derechos Humanos en la Municipalidad de Río Cuarto, y quien fuera compañero de militancia de la activista trans fallecida Eliana Alcaraz.

Esta marcha recibe el nombre de una luchadora por los derechos humanos, Susana Dillon, una maestra, Abuela de Plaza de Mayo, quien enarboló la lucha por la recuperación de derechos de todxs. La marcha se realizó un mes antes de la que se realiza este fin de semana en la ciudad de Buenos Aires.

El pedido de este año resulta básico y elemental para garantizar el fin de la persecución de gays y trans. “Pedimos la derogación del código de faltas de la provincia de Córdoba. Hoy en la provincia de Córdoba existen dos figuras que son trágicas para la ciudadanía: una es el tema del merodeo, las detenciones arbitrarias por estar caminando por la calle y lo que nosotros planteamos: que los pibes de los barrios no pueden llegar al centro de la ciudad. Son las detenciones por portación de cara”, define Torres. “Y también está el artículo que tiene que ver con la prostitución escandalosa. Las mujeres y los hombres que están en situación de prostitución son detenidas arbitrariamente en función de ese artículo. Hay un montón de otras cuestiones también que son inconstitucionales y por eso pedimos su derogación y generar normativas democráticas y participativas”.

Otro de los pedidos de la marcha, que se revelaba en la presencia de carteles con peticiones, es el de la implementación de la ley sexual integral. “Es necesario trabajarlo en todo el país. En algunas instituciones se trabaja, pero hay que profundizar en el trabajo de la educación sexual no sólo desde una mirada biológica sino teniendo en cuenta la diversidad, los derechos humanos, las situaciones de violencia y trabajar para erradicar la discriminación y la violencia. Esa es la mirada que nosotros creemos que tiene que haber”.

Entre los ejes que se propone la mesa de la diversidad, están: promover la igualdad de derechos y oportunidades para todos, concientizar sobre el respeto a que todos somos diferentes y luchar contra todo tipo de discriminación, reducir el estigma social y posicionar una agenda política sobre estos temas.

-¿Están yendo a colegios?

-Venimos trabajando con las instituciones educativas. Tenemos el documental Se dice de mi y la idea con él es salir y generar la discusión. En ese documental con mirada positiva de la cuestión trans la idea es mostrar que ser una persona trans no es simplemente estar parada en una esquina, ejercer la prostitución sino que hay una mirada diferente si uno le da posibilidades. Está el caso de Eliana Alcaraz, dirigente social y política que no llegó a ver el documental, María Belén, a quien se le dio la adopción de dos nenes, por ejemplo.

-¿Cuán abierta ves a la comunidad de Río Cuarto?

-Es muy difícil. Seguramente que si uno hace una encuesta hoy en la ciudad el 99% está en contra de la discriminación  y está a favor de la diversidad. Ahora: ¿cómo pasamos de lo discursivo a la acción concreta? ¿Qué hechos produzco yo para que se generen acciones de inclusión? Lo que le toca al Estado nosotros se lo vamos a exigir, se lo vamos a seguir pidiendo, pero también está lo que nos corresponde a nosotros como miembros de la sociedad. Preguntarnos: pese a que la mayoría dice no estar a favor de la discriminación, si yo hoy tuviera que tomar a una chica trans para ser niñera o secretaria, ¿la toma?

-¿Se está luchando para que haya un cupo laboral trans en la Municipalidad?

-Sí, desde la organización hemos presentado dos propuestas. Una que tiene q ver con una ley integral trans, que plantea la situación de salud, vivienda y empleo con el cupo de empleo municipal, que está en tratamiento en el Concejo Deliberante. También presentamos un proyecto a nivel provincial con similares características.

-¿Cuál sería el cupo?

-El 1%. En realidad, ponemos ese número de modo simbólico. Lo que necesitamos del Estado es un gesto. Cuando le pedimos a la sociedad que de un gesto, también se lo pedimos al Estado porque hay que educar con el ejemplo.

Se avanzó mucho, pero aún hay materias pendiente, motivos para seguir luchando: la ley de Prevención y Sanción de Actos Discriminatorios, la derogación del Código de Faltas, la declaración de emergencia provincial por violencia de género, la inclusión socio-educativa, laboral y salud para todos, la aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral y un Estado laico.

 

Este sábado a las 16, sumáte a la Marcha del Orgullo en la Plaza de Mayo en Buenos Aires. Una de las consignas es ir con un cartel que reclame Justicia por Diana Sacayán: ¡Basta de travesticidios! 

ilustración Maia Venturini Szarykalo

 

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Hotel Gondolín, la pensión donde viven más de cien personas trans

No hay travesti que no conozca el Hotel Gondolín, una especie de conventillo porteño, ahora autogestionado por las más de cien chicas que allí viven, que es un histórico lugar de recepción de quienes llegan del interior sin dónde vivir en Buenos Aires. Si uno transita a pie por la calle Aráoz a la altura del barrio de Villa Crespo, es imposible no ver este lugar de paredes azules en cuya vereda casi siempre hay alguna de las chicas sentadas en sillas plásticas que sacan como se acostumbraba antes (o como aún sobrevive en el interior del país).

Patricio Binaghi, productor, publicista y gestor cultural, recién llegado de España, donde vivió 14 año, se topó una tarde con este peculiar lugar que desde afuera le llamó la atención. Desde entonces no se detuvo hasta averiguar qué era el Hotel Gondolín, cuál era su historia, sus protagonistas. Su intención, les dijo a las chicas cuando se animó a tocar el timbre en el lugar, era retratar, homenajear ese espacio único en el mundo.

Con el sí de las chicas, convocó a la fotógrafa Estefanía d’Esperies para que hiciera el registro fotográfico documental. Las fotos son el alma de este libro, Hotel Gondolín, que editó Patricio con su sello Paripé Books. Estefanía hace 12 años que se dedica a la fotografía y este es el trabajo más documental de su carrera. El prólogo de este libro foto-testimonial es de la activista trans Marlene Wayar.

En esta charla con Boquitas pintadas los autores cuentan la experiencia y el aprendizaje que se llevan. “La actitud de las travestis, en general, es luchar y seguir para adelante, dándole la espalda a cualquier muestra de tristeza (como dice la canción de Fangoria)”, dice Patricio. “Las notamos con muchas ganas de vivir, de querer cambiar su situación, de mostrarle al mundo que ya se sienten incluídas en las leyes y que tienen el afán de hacerse respetar”, agrega su compañera.

– ¿Cómo surgió tu interés por esa casa?

– Patricio: La realidad es que estaba por el barrio y vi la vereda, la casa y el movimiento que generaban las chicas y me fascinó. En la vereda había varias chicas trans y travestis que entraban y salían, tomaban mate, charlaban, etc. Eso me llamó la atención. Consulté a una amiga que vive a la vuelta y me contó un poco la historia. Automáticamente supe que era un lugar especial y único en el mundo y me pareció interesante conocer cómo funcionaba, cómo vivían, la magia del lugar,etc.

– ¿Cómo fue el día en que te animaste a tocar esa puerta?

– Patricio: Soy una persona muy lanzada y fue simplemente ir a tocar el timbre. Me presenté y fui de a poco ganando su confianza, conociendo sus historias, fue escucharlas y manifestarles mi propia historia y qué era lo que queríamos lograr. Las intenciones siempre fueron sinceras y transparentes, a su vez se quería obtener un material desde el amor y el respeto. No queríamos hacer un libro en donde se busque el amarillismo, eso nunca me interesó. Lo único que me interesó es poder mostrar su historia, poder mostrar lo travesti y lo transexual desde otro lado, su lado humano. Estas chicas se levantan como todos a la mañana y tienen su vida, su lucha diaria, sus amistades, su familia, sus rituales, etc.

– ¿Cómo fue la presentación ya con la fotógrafa que te acompañaría en este proyecto?

– Patricio: Fuimos con Estefanía y les dijimos que éramos una fotógrafa y un editor independiente y que queríamos hacerle un homenaje al lugar y a ellas. Les dijimos lo que buscábamos y la forma de trabajar que teníamos. No queríamos lograr un realismo a lo Nan Goldin, instalándonos ahí a convivir con ellas 24 horas, y tampoco queríamos estar ahí como paparazzis. Queríamos lograr estar invisibles en determinados momentos y situaciones y estar visibles en otros y poder retratarlas a ellas y a su vida cotidiana. Y que las fotos que se publicarían tenían que estar aprobadas por ellas.

– ¿Qué sentís que expresan estas fotos, que quizá ni en palabras puede lograrse?

– Estefanía: Creo que el trabajo logrado es el que se fue definiendo a lo largo de varios meses, documentado la vida cotidiana de las chicas en el hotel, su rutina, sus modos. Creo que el libro refleja varios estados emocionales que fueron transcurriendo a lo largo de los meses, distintos estados, distintas chicas que iban abriéndose a ser retratadas, a ser observadas desde otro punto de vista.

– ¿Cómo fue ese trabajo diario? ¿Se instalaron ahí varias horas por día?

– Patricio: Fuimos al hotel todas las semanas durante ocho meses. El tiempo que nos quedábamos podía variar de acuerdo al feeling que sentíamos ese día y a la accesibilidad de ellas. Podíamos estar una tarde entera o media hora.

– ¿Cómo surge la idea de incluir a Marlene Wayar?

– Patricio: Una amigo lo sugirió y la empezamos a perseguir. Cuando le contamos la historia y las intenciones del libro, se emocionó y nos regaló un texto espectacular. Creo que el texto es algo histórico para lo que es el movimiento travesti en la Argentina. Le dimos total libertad para que escribiera lo que quisiera. Creo que en su texto se puede apreciar la intensidad, el desgarro, la actitud y la pelea de un colectivo que sigue luchando porque la sociedad lo reconozca y lo respete.

– ¿Cómo se organizan ahí adentro las chicas para convivir?

– Patricio: Es una especie de cooperativa donde los gastos se comparten y las tareas domésticas también. Están las que limpian, las que cocinan, las que organizan, etc. Marisita y Zoe, que son las más veteranas, ponen un poco el orden, y son las más respetadas por las chicas que viven allí.

– Cuando las ves, ley de identidad de género mediante, aún en la prostitución como modo de trabajo: ¿Qué sentís?

– Patricio: Ella luchan todos los días por salir adelante, hay algunas que están haciendo el secretariado, otras están terminando el bachillerato. Algunas trabajan de peluqueras, en tiendas y en donde la sociedad se lo permite. Por suerte están saliendo leyes que apoyan cupos para que tengan empleos públicos. Que la ley exista es importante, fue el primer paso que el Estado las reconozca y les de la identidad y el respeto que se merecen. Creo que los cambios culturales llevan un poco más de tiempo, pero de a poco vamos a empezar a verlos reflejados en la sociedad. Creo que hay una revolución trans y travesti a nivel mundial.

– ¿Qué manifiestan ellas con este destino a las que los condenó, de algún modo, su familia y toda la sociedad?

– Patricio y Estefanía: La actitud de las travestis, en general, es luchar y seguir para adelante, dándole la espalda a cualquier muestra de tristeza (como dice la canción de Fangoria). Las notamos con muchas ganas de vivir, de querer cambiar su situación, de mostrarle al mundo que ya no son excluidas por muchas leyes y también con afán de hacerse respetar.

– ¿Qué aprendieron luego de esta experiencia?

– Patricio y Estefanía: Esta experiencia ha sido para ambos muy enriquecedora. Ha sido un trabajo en equipo muy interesante, como así también extenuante. Haber logrado hacer este libro con mucho esfuerzo y poder editarlo de manera independiente nos llena de orgullo. No deja de ser una publicación pequeña y de sólo 500 ejemplares.

 

Dónde conseguir el libro: El libro Hotel Gondolín se presentó el jueves 1 de octubre en la librería Poema 20, Esmeralda 869. Puede conseguirse en esa librería y, próximamente, en la librería del MALBA. También se consigue en las liberarías La Fábrica y Tipos Infames en Madrid. Otra forma de conseguirlo es a través de la tienda online.

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Juan Pablo Geretto y el regreso de la maestra normal

Podría decirse que desde la infancia Juan Pablo Geretto fue construyendo este mundo femenino que lo acompaña desde siempre en la actuación. Ana María, la Nelly y la mamá de Chucky, que están en escena en Como quien oye llover (Paseo La Plaza), y la Maestra normal, que regresa este jueves 1 de octubre en el mismo complejo de avenida Corrientes, se inspiran en las mujeres que rodearon a Geretto en su niñez en la pequeña ciudad de Gálvez, en Santa Fe. “Era rehistriónico el barrio”, dice en un momento de la charla con Boquitas pintadas.

Está sentado a una mesa de madera rústica en su estudio. Detrás de él, un gran espejo vertical refleja su espalda en remera azul. Resulta inevitable buscar en él un gesto, una mirada, un tono que remita a esas tremendas mujeres a las que da vida este actor que brilla con monólogos propios que combinan humor y drama.

Geretto, entre sus “mujeres”; foto: gentileza Prensa

Como quien oye llover es una obra que Geretto escribió a los 20 años. Allí tomaron vida esas tres mujeres que, desde entonces, fueron madurando sobre el escenario con él.

– ¿Por qué ese nombre: Como quien oye llover?

– Me gustó el título, a lo que refería el dicho. Eso que sucede mientras uno está haciendo otra cosa. No sé si tienen que ver con algo específico en la obra, pero sí con un estado. Todo lo que pasaba en la infancia cuando uno era un niño y que ni sabía que estaba metiéndose toda una estética en la cabeza. Estaba creando un mundo alrededor de una mirada, de una situación, de un lugar, de un paisaje.

– Empezaste teatro a los 8 años: ¿sentís que ya entonces empezabas a plasmar esta mirada?

– Se fue dando con el tiempo la búsqueda de hacer algo propio básicamente porque en el interior no existen productores que te propongan cosas. En esa búsqueda de tener un material propio me surgió esta voz personal.

– ¿Esa voz te hablaba de estas mujeres?

– Sin duda. Todo comenzó con amigos transformistas que venían de esa estética. Los conozco a ellos, empiezo a transitar esa estética y se fue sumando mi voz. No podía hacer playback de canciones, que era lo que se hacía mucho. No me salía. Me salía hablar. Tener un discurso, imágenes propias. De la fusión de eso salió esto.

– ¿No sentís que fue muy arriesgado lanzarte al transformismo, que te encasillaran en eso?

– Tenía 20 años. A esa edad uno no piensa que se va a encasillar en nada. ¡Si pensás que sos eterno! Hacía lo que tenía ganas, ese era un lugar divertido, ni siquiera sabía que iba a ser actor. Ese era mi espacio, mi deporte, como el que disfruta de jugar al fútbol o al tenis.

Ana María, en el cuerpo de Geretto

– ¿Sentís que en ese tránsito con las mujeres ellas crecieron, maduraron con vos?

– Sin duda. Ellas se van ajustando en el día a día en escena. Y también hubo un salto estético importante desde hace 10 años a ahora. Hubo un momento en que dije: ‘Ya no tengo ganas de maquillarme como antes, de mostrarme como antes’. Es otra etapa y con estas mujeres ya coexistimos hace mucho.  A esta altura, más que ellas con su poética soy yo con ellas. Y tiene que ver con la confianza que uno va ganando en el escenario, en la actuación y con una búsqueda mía de que con menos elementos y más actuación se puede decir mejor.

– ¿Qué sentís cuando te pintás con estética femenina? ¿Creés que a tu obra la cruza la cuestión trans?

– Ese debate de lo trans siempre estuvo entre la gente con la que me junté. Para mí no es nuevo. Igual es una época medio rara para todo esto, porque por un lado te podés casar, pero siguen metiendo gente a los reality y cuando alguien dice que es homosexual todos hacen: ‘¡Ohh!’ No entendés en qué momento social estás. Para mí lo nuevo sería que no hablen del tema. Entiendo lo que puede llegar a vender en un medio que se muestre a un gay o a una trans, pero desde el punto de vista de mi deseo me gustaría que no se hable ya del tema, que pasemos a la etapa de ´no quiero diferenciarme de éste, ni igualarme con otro’. Sí, somos todos distintos. No hay más que eso.

Para quienes hace mucho que venimos con el conflicto encima llega un punto en que te da fiaca que los medios usen el tema para comerciar, para obtener rating. No lo veo algo sincero, no veo a alguien que quiera comprender a otro.

– En la obra se ve a un niño que quisiera jugar en el rincón de las nenas y no lo dejan: ¿creés que algo de esto ha cambiado?

– En el espectáculo trabajo con el prejuicio. En ningún momento se habla ni de identidad sexual ni de orientación sexual; eso está en lo que comprende la gente de eso. A mí me interesaba plantear a un niño que quería algo, no en desmedro de otra cosa. Quería ambas. Esto tiene una parte de resiliencia de mi propia historia, porque es la mía.

Creo que profundamente no ha cambiado mucho, cambian algunos aspectos. Por ejemplo, los docentes lo van a pensar dos veces antes de reprimir, de decir algo. Puede que ahora uno ponga en tela de juicio su propio pensamiento y no lleve siempre su verdad por delate. Pero profundamente no cambió el miedo de que tu hijo sea diferente. Como si no fuéramos todos diferentes…

Geretto, en Como quien oye llover

– En el caso de las mujeres que representás, ¿también partís de recuerdos de tu infancia?

-Sí, totalmente. Rehistriónico el barrio. Sin duda se van agrupando algunas de ellas para conformar una nueva, pero seguro que son textos que resuenan en mi cabeza de otras épocas. Sobre todo, estados. Porque el texto puede ir cambiando: de humorístico a más dramático, puede ir mutando. El humor se construye a partir de eso, de un profundo drama que ya no puede ser tratado de tan insoportable que resulta. Entonces muta a humor. Sin duda, toda esa teatralidad estaba en mi barrio.

– ¿Lo que vienen a decir esas mujeres es que están solas?

– Muy solas. Pero, ¿quién no? No porque uno sea solo de la soledad absoluta, pero hay momentos en que uno está solo con sus pensamientos. Es ese momento de la vida en que se siente solo porque no es dos, es uno. Nadie te puede comprender, nadie te puede acompañar.

– Ana María [uno de los personajes], pegada a su perro, es una especie de dos todo el tiempo…

– Bueno, claro. Pero es una mina que mutiló un perro para ser dos, digamos (se ríe). De todos es el personaje menos pueblerino, el más urbano. Y es la que más manifiesta el peso de la soledad. Las otras tienen a sus hijas y su marido, a quienes odian, pero que están.

– Parece la más machista, la que banca esa idea de ser “la otra” toda la vida…

– Nunca entendí bien cómo funciona el matriarcado y el patriarcado. Porque son las madres las que transmiten el machismo, pero creo que muchas veces se trata de un matriarcado machista. En el fondo la que domina, la que tiene el cerebro de la casa es la mujer. Entonces, es un matriarcado y luego es una casa machista también. Es más complejo que ese pensamiento de que los hombres son machistas y las mujeres, feministas. Estas tres mujeres son tres tipos en realidad en su energía.

Como quien oye llover va de jueves a domingos en el paseo La Plaza. Geretto cuenta que en sus días libres lee teatro, novelas y mira series. Siempre está en búsqueda. Dice que le gustaría, con el tiempo, hacer algo sin humor, más iracundo, con otro perfume. Sin embargo, el nuevo desafío inmediato es el regreso de la querida maestra, un personaje que tomó notoridad masiva cuando pasó por VideoMacht, el programa que conducía Marcelo Tinelli.  “Hacemos este mix para cerrar el año. Vamos hasta noviembre con las dos obras”, dice.  E invita a este regreso con sabor a despedida.

– ¿Para la maestra también te inspiraste en tus maestras?

– Sí (se ríe). Es parte de todas ellas.

Geretto y su “maestra normal”

 

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Camila Sosa Villada y una manifestación pública de una vida que duele

Camila Sosa Villada, una actriz con la que conversamos en Boquitas pintadas hace un tiempo luego de que se hiciera conocida tras protagonizar la película Mía, publicó en su Facebook un escrito que es a la vez una manifestación pública de su sentir en este mundo, de lo vivido, de lo perdido, de lo dolido. Dice que no ha cambiado gran cosa en el tiempo, “sólo un par de cuestiones legales y un par de corazones menos duros”, aclara. Y sigue: “Pero de aquellos años en que todo parecía morirse cada tarde, tengo la certeza de que el dolor pasó por mí y fue a instalarse allá a los fondos de mi alma”.

Reproduzco este texto, que me envió Javier, un fiel lector de Boquitas, porque me resulta conmovedor y profundamente desgarrador. Leerlo y compartirlo quizá ayude a conocer desde la vida de Camila a otras vidas que pasaron por situaciones parecidas, dolores similares. Todos evitables.

Al final del post conversamos.

Camila Sosa Villada

7 de septiembre de 2015

Camila Sosa Villada; Foto Facebook

No sé muy bien a quién se le escribe una manifestación como ésta, pero me gustaría que al que le quepa el poncho, pues que se lo ponga. Últimamente, quizás hace un año, tengo una sensación a la que le he puesto nombre. Es sólo eso, siento que dentro de mí hay algo que me asusta y que ahora puedo nombrar y hasta describir.

Miren, durante años, durante muchísimos años, viví el daño que me hacían los demás, ya saben, no es necesario que hable otra vez de aquellos años, que son estos también, no es que ha cambiado demasiado, sólo un par de cuestiones legales y un par de corazones menos duros, pero de aquellos años en que todo parecía morirse cada tarde, tengo la certeza de que el dolor pasó por mí y fue a instalarse allá a los fondos de mi alma. Ese daño, hecho por todos, incluso por mis viejos, pasó por mí y se quedó dentro de mí sin identificarse, sin decir, soy esto a causa de esto y voy a hacer esto en tu corazón. No. No puedo decir que todo aquello me doliera. Cuando todo comenzó y yo supe que no habría otra manera de vivir más que esta, que francamente no se por qué lo decidí así, yo me anestesié. Puse el piloto automático, como quien dice. Esa adolescencia prácticamente perdida, esa primera juventud también perdida, viviendo lo que ellos querían que yo viviera, fue anestesiada. Podía intuir que eso que me estaba pasando, algún día podía hacerme mucho más daño todavía, pero en ese momento, yo creía vivir mi vida, y en realidad estaba viviendo lo que la mayoría me obligaba a vivir.

Hoy, a los 33 años, me doy cuenta que en esos años yo no le puse nombre a nada de todo lo que me lastimó. Decir sólo discriminación sería reducirlo todo a la ignorancia y la maldad de los demás. Fue algo peor. Pero como no tenía nombre, yo lo resistí. Lo absorbí como una esponja y lo dejé dentro de mí. Y ahora, que tengo una vida si se quiere menos disipada, me doy cuenta que todo ese daño, todas esas noches expuesta a toda la maldad del mundo, la mirada de los otros acusándome, todas las burlas, los golpes, el hambre, el frío, el peligro, la muerte y el miedo a la muerte, todo eso está saliendo de ese cajón de muerto donde lo puse y me punza, en el pecho, con un dolor que es muy similar a la cercanía de la huesuda.

Es decir que se acabó la ignorancia que me mantuvo con vida y alerta y finalmente, ahora viene mi pasado por mí.

Hace más de un año que siento que nada me es suficiente, que nada me alcanza, que nada les alcanza a los demás. Podría ponerme a cagar pepitas de diamante, transpirar perlas, llorar doblones y rubíes, y aún así, nada, nada nada nada nada, podría completar algo de todo este rompecabezas. Las piezas ya las perdí, de modo que si ahora una tarde, por puro aburrimiento y gusto yo me pusiera a armar el rompecabezas de mi vida, me faltarían tantas piezas que ese cuadro deforme que finalmente haría, sería tal y como es mi rostro: una deformación.

Ya no puedo pedirle más ayuda a mis amigos, no se si me comprenderán. Cómo pueden personas normales y plenas y hermosas como ellos, estar cerca de la desdicha. Las buenas personas no pueden estar cerca de la desdicha, y mucho menos por amistad. Siempre pienso en la amistad como cachorros mordiéndose y correteando en un llano por la mañana. Estar cerca de mí se ha vuelto como meterse a nadar en un pantano. Sólo tengo una salvación, una puerta para siquiera irme de este mundo con una valija pequeña donde yo elija que guardar. Y es decirlo todo: todo hasta lo más hondo y enraizado que me envenena el pecho.

Una y otra vez, decirlo hasta que se sepa por completo.

Decir mi verdad y mi historia para que la muerte sepa que se está llevando a alguien con nombre, apellido y lucidez.

Lo primero es que ya no puedo. No quiero. No puedo ayudarme más de lo que ya me ayudé, sin psicólogos, sin padres, sin contención, sin pares. Lo intenté todo, siempre con el mismo tesón. Siempre con la vocación de hacerlo bien, completo. Pero se me han acabado los víveres y las herramientas. Entonces ya no puedo conmigo misma. Tengo esta virtud: puedo ponerle palabras. Es tarde, pero puedo ponerle palabras y eso, si es que algún merecimiento me toca, es mi única salvación.

Yo quisiera amigos míos que nos fuera devuelta a las travestis, toda esa larga caravana de detalles perdidos que nos hacen estar incompletas. Que nos devuelvan la infancia y a nuestros padres. Que nos devuelvan la ternura, la protección, los cuidados, el entendimiento, la compañía, la mirada blanda de nuestros padres. Y que se las devuelvan a ellos. La posibilidad de ser una familia. Pero ustedes dijeron NO. Cómo los padres pueden aceptar un hijo travesti? Cómo los padres pueden aceptar semejante aberración, semejante pecado, semejante daño a dios? Entonces nuestros padres, no supieron que hacer. Se entregaron a esa ola y no nos perdonaron esta intención de vida. Qué culpa podían tener ellos? Qué clase de comprensión podían tener frente a un hijo que se traviste si todo el pueblo, todo el maldito pueblo se olvidó de nuestra edad, de nuestra pequeñez, de nuestra indefensión y pasamos a ser un monstruo que se pasea por las calles sin el menor pudor. Pobres mis viejos. Pobre mi viejo, miren, que no tuvo la culpa. Y encima de llorar la pérdida de un hijo, tuvo que aceptar ser el blanco de todas las burlas, de todos los desprecios, de todas las humillaciones por mi culpa. Mi viejo que es uno de los tipos más viriles que conozco. Tener que agachar la cabeza frente a los vecinos, los clientes, los amigos, cada día, por tener un hijo travesti. Pobre mi vieja, que amaba a su hijo, con locura y dulzura, tan cierto era su amor. Mi vieja que es huérfana, que conoció el desengaño, mi vieja que guardó silencio, que lloraba a oscuras y tragándose los suspiros para que nadie la oyera, mientras yo veía la brasa de su cigarro como única luz en esa casa que por mi culpa, se había vuelto nuestro infierno.

Pobres mis viejos que descubrían mis vestidos, mis polleras cosidas a manos con sábanas que no se usaban, mis pastosos maquillajes de oferta con los que aprendía a disimular mis rasgos de hombre. Pobres mis viejos que en las razzias para descubrir hasta qué punto estaba traicionándolos, descubrían que yo había iniciado el viaje del dolor y que no tenía intenciones de volver.

Camila Sosa Villada; Foto Facebook

A nosotros, como familia, quién nos devuelve todos esos años de pura amargura? Quién le devuelve a mis viejos la fortaleza para mirar al pueblo a los ojos y decirles que todo aquello no importaba, que en el fondo nos queríamos igual, que sólo era cuestión de tiempo llegar al fondo. Cómo les devuelvo a mis viejos la tranquilidad perdida de esos años? Cómo les pido perdón por toda la vergüenza y la pérdida y las noches con los ojos abiertos, y el odio que sentían hacia mí por querer travestirme en ese pueblo rancio donde era el monstruo popular? Cómo remonto ese río para llegar a su nacimiento y devolverles aunque sea un par de días sin odiarnos, sin juzgarnos, sin desear que todo se acabe?

Llegada la noche oscura, cómo me voy a despedir de ellos sin otra palabra en los labios más que perdón?

Cómo les explico que no fue nuestra culpa. Que la culpa es de otros, de la iglesia, de la fe, del cristianismo, de los políticos, de la hedionda costumbre y tradición anquilosada en el corazón de los otros lo que nos rompió como familia? Ellos no lo entenderían. A ellos también el dolor les está saliendo ahora.

También me gustaría que me devuelvan las horas de juego, las horas del recreo en que jugaba solita en algún rincón del patio porque los chicos me huían y las chicas me rechazaban por maricón.

Pero no era sólo maricón: era gordo, pobre y maricón.

Una tarde estaba jugando al elástico con unas chicas más grandes que yo, y la señorita René, gorda marimacho de pelo corto (no creo que ella sepa todavía lo bien que le vendría la tijereta), pero ahí estaba ella y ahí estaba yo,

Finalmente yo había logrado jugar con alguien al elástico y la señorita René, me tomó de la oreja y me sacudió de un lado a otro porque los varones no tenían que jugar al elástico. Con qué cuento podía salirle yo? Le iba a nombrar la disforia de sexo a la bruta esa? Sólo recuerdo mucha mucha vergüenza tiñéndome de rojo toda la cara y haberme ido al aula a llorar en silencio para que nadie me viera. Ese día fui noticia en toda la escuela. Finalmente, me habían castigado las mariconadas. Las chicas con las que jugaba al elástico no supieron que hacer.

A los maricones, en ese entonces, nadie los defendía.

Cómo remonto el acoso de los matones del grado, y de otros grados, que me obligaban a hacerles los deberes, tan sólo porque yo era maricón y eso equivalía al derecho al golpe y la humillación salvo que les manoseara el bulto en el baño de varones y todos los días antes de terminar la clase les hiciera los deberes que nos daba la maestra. A mí hacer la tarea no me costaba nada, era brillante, más brillante de lo que mis viejos se soñaron alguna vez, y así pasé la primaria. Sometida a los caprichos de los matones del aula.

Y yo quisiera saber, si tuviera intención de reclamar esas pérdidas, a quién se las reclamo? Quién se hace cargo de esa infancia?

Pero va más allá de ese maniqueo recuerdo de mí misma, y ustedes mi disculpan la autoindulgencia, va más allá de eso.

Quién va a resarcir las burlas, los dibujos en el pizarrón caricaturizándome y humillándome delante de todo el colegio, los apodos, los piedrazos, los escupitajos… cómo será de amargo, que tenía compañeros que no me dirigían la palabra. Tal era el desprecio que sentían por mí. Había un cabezón que había repetido de año, que nunca nunca en los dos años que compartimos en la secundaria, me dirigió la palabra. Y eso no es nada. El desprecio no requiere mucho esfuerzo. Pero el enorme esfuerzo, el titánico esfuerzo de algunos por aceptarme a pesar de todo, cómo lo voy a pagar?

Camila Sosa Villada; Foto Facebook

Algo no estaba bien entonces y sigue estando mal.

Miren, si por un momento, todas las travestis de ese entonces, y de antes, que debe haber sido muchísimo peor, nos levantáramos y reclamáramos todo lo que nos han quitado, no alcanzarían todos los tesoros del mundo, ni las joyas de Mirtha, ni las fortunas mal habidas de todos los millonarios del mundo, no alcanzarían leyes, ni placebos políticos, nada de lo que pudieran darnos, podría cicatrizar esos tajos en la carne que nos hicieron sistemáticamente día tras día.

Imagínense si por un momento reclamáramos el amor perdido, la posibilidad de ser amadas, la posibilidad de ser tomadas de la mano, abrazadas, cuidadas, queridas, si quisiéramos recuperar la ilusión de que alguien se enamore de nosotras libremente, sin prejuicios, si quisiéramos recuperar todos los amores que se fueron, los hombres que nos prometían los horóscopos, el i ching, el tarot, las runas, si quisiéramos tan sólo por un momento sentir que nos quieren sin ataduras, cómo van a pagarnos? Con qué? Si año tras año, día tras día, hora tras hora se dice lo que se dice y que es para todos cierto: cómo enamorarse de una travesti que no es ni hombre ni mujer y que tiene tal cabeza, que mejor dejarlas solas.

Y la cosa se pone más jugosa y además del amor romántico y ojo que aquí no estoy reproduciendo sistemas patriarcales ni amores de novela, estoy hablando de querernos… miren si además se nos ocurriera pedirle, por ejemplo, al estado, que nos devuelva el amor propio, la autoestima… Qué fondos internacionales van a tocar para pagar la pérdida de la autoestima, la posibilidad de querernos a nosotras mismas. La posibilidad de vernos hermosas sin someternos a la carnicería de las cirugías, sin necesidad de querer parecernos a una mujer que nació mujer y tuvo la genética y las hormonas de su parte. Cómo haríamos para resarcir la mirada que tenemos sobre nosotras, siempre machacada por los mandatos, otra vez, de la iglesia, de la publicidad, de Hollywood, de los productores y del público, claro?

Y si a este reclamo se sumaran los gordos? Y los bolivianos? Y los tullidos?

No les alcanzaría la vida para pagar el daño que han hecho.

Y si además, sólo por joder, se nos ocurriera que además de querer recuperar la infancia, la adolescencia, el vínculo con nuestros padres, queremos también a nuestros muertos. La infinita cadena de muertos que nos faltan: las asesinadas, las muertas en soledad y silencio, las muertas de sida, las muertas de frío, las muertas en vida, las muertas por mala-praxis, las suicidadas, las muertas por desidia, por negligencia médica, las muertas que sabiendo que estaban por morir no iban al médico porque es mejor morirse en una cama sola y apestada de pústulas y bichos de toda clase, que sufrir el maltrato de las instituciones públicas.

Qué hacemos con nuestras desaparecidas? Y con nuestra desaparición?

A veces me digo que no es justo hablar del pasado con tanta vehemencia siendo que en Siria la gente huye amontonada en gomones y un niño en la playa muere boca abajo tragando la sal del mar. Incluso me digo que no es justo hablar de todo esto cuando existe el cáncer y el hambre.

Pero cada mañana muero en la playa y un cáncer rojo e insaciable me devora por dentro y recuerdo el hambre, los años que no le dí a este cuerpito más que matecocido con pan porque no tenía cómo mierda comprar un pedazo de carne.

Pero tengo que decirlo todo, una y otra vez, hasta que algo cambie.

Y no se queden tranquilos que si tuviera que reclamarles los años en la calle, la violencia de los clientes, los golpes recibidos, el frío, las noches en vela, mal comida, mal dormida, mal abrigada, mal asesorada, sintiendo infinita vergüenza de mí misma. Si me pusiera a reclamarles los años, los 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27 años de andar como una perra por el mundo, mendigando cariño, mendigando dinero, mendigando una comprensión que muy pocas personas supieron darme, ustedes se harían pis en la cama, como criaturas. Porque la verdad del daño que han hecho los asustaría de tal modo que ni los esfínteres podrían controlar.

Y si reclamara los hijos negados? Porque una cosa no viene sin la otra. No es sólo: ay pobrecita! Está pidiendo que alguien la quiera… no, quiero lo mismo que todos, con las ventajas y las contraindicaciones. Quiero un hijo también… y con todo este daño, qué clase de madre podría ser? No sería una madre, sino un monstruo. Mi herida sangra, al punto de manchar a mi familia, a mis amigos…

Cómo les devuelvo a mis amigos las horas perdidas consolándome, diciéndome que algo de todo esto puede mejorar? Cómo les devuelvo el dinero prestado, las orejas prestadas, la paciencia frente a este querer morderme la cola como un perro tonto, todos los putos días de mi vida? A los amigos hay que darles mejores cosas que un llanto continuo. Porque se cansan también.

Y si los pierdo, por culpa de todo lo que enumeré antes, a quién se los voy a reclamar?

Ahora, a mis 33 años, estoy parada en un pasillo largo, este hotel es infinito. Abro la puerta de una habitación y el hombre que está ahí dentro no me puede querer, le parezco fantástica, inteligente, incluso, si se saca los anteojos y comienza a ver todo borroso, puedo parecerle hermosa. Pero los años de educación sistemática le han hecho creer que yo no soy un cuerpo digno de amor. Entonces se va, o permanece dándome migas de afecto que a mí me saben como una trompada de monzón en la boca porque lo que yo quiero es sentirme amada. Reposar con alguien que me abrace y me recuerde que existe la selva, que existe el mar y que siempre nos podemos salvar en la virgen exuberancia de la tierra. Y ustedes dirán que todo eso puedo hacerlo y sentirlo sola, pero los quiero veeeeeeeer! Compadres, los quiero ver armar este castillo de naipes en una terraza ventosa. Cierro esa puerta y abro otra y desde adentro un niño muy pequeño, con los ojos enormes, me mira y me pide auxilio. Y cuando intento sacarlo de ese cuarto de desamparo las manos se me vuelven líquidas y no puedo rescatarlo y se que ahí dentro se va a morir, algún día se va a morir y nadie le rendirá sus honores. Abro otra puerta y la veo a mi vieja hilando sus tristezas, cocinando su magia, con sus manos, las manos más lindas que ustedes se puedan imaginar porque todas las noches se las cuidaba usando bagovit-a, tratando como yo de zurcir ese pasado roto y no tengo corazón para decirle que estoy herida para siempre, y que incluso si muriera, mi alma sería un alma en pena, como quien dice, y se me escucharía llorar por encima del viento, porque nunca pude recuperar todo lo que he perdido. Y abro otra puerta y está mi viejo, luchando con sus dragones, edificando, siempre construyendo, siempre haciendo y manteniendo a raya a sus dragones, y le pido perdón, pero el rugido de sus bestias no deja que me escuche.

A veces me consuelo pensando que todo esto en algún momento colaborará con un mundo mejor. Que lo que hemos vivido entonces, es el cimiento para que otros no conozcan ESA pena. La pena es un excedente que no se puede evitar. Pero ESA pena, la nuestra, la de las travestis, nunca más.

A veces me culpo por no ser más ecuménica, más universal, hablar por todos y no por mi pequeño mundo, pero qué más da… es un mundo en el que todos estamos hablando de nuestro dolor. Incluso sin darnos cuenta.

Este dolor que se manifiesta ahora, ensombreciéndolo todo, opacándolo todo, poniendo una muralla delante del bosque que parece tan fácil de ver para todos ustedes, me tiene un poco cansada. También quiero ver el bosque y perderme en él.

Pero soy una carente, una carente patética que no se llena con nada.

Pero tenés una profesión! Tenés amigos que te quieren! La gente te aplaude de pie! Sos hermosa Camila! Imagínense lo hondo de este pozo que no se llena con nada. No hay un abismo peor ni más indolente.

Igual, creo. Creo en el movimiento zapatista, creo en determinadas comunidades y en determinada fe. Creo en las armas y en la muerte de todos los que hacen daño como un triunfo de la vida. Creo en las plantas que son agitadas por el viento. Creo en los nuevos héroes. En la poesía. En la música. Creo que sí, que algún día y después de mucha agua bajo el puente, algo va a cambiar. Y tal vez mi alma en pena se diluya como arena y deje de existir penando y penando y desaparezca tranquilamente mezclada en la playa. Tal vez sea mar.

Pero hoy, que recién empieza la semana, siento que es necesario saldar la deuda. Y en algún momento tendrán que pagar.

A los morosos los conocemos todos.

 

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Josue Marcos Belmonte, “Ioshua”, el último poeta punk

El escritor y periodista Facundo Soto comparte con los lectores de Boquitas pintadas esta entrevista a Josue Marcos Belmonte, conocido como “Ioshua”, el último poeta punk. Ioshua, poeta gay del conurbano, falleció en junio pasado. Esta conversación inédita es un homenaje a él.

Sólo contra todos

Por Facundo R. Soto

La última vez que Ioshua leyó en público, se apoyó en un bastón. Era el poeta del conurbano profundo y gay, performer, fanzinero, músico, periodista, punk, cumbiero, hardcore, artista plástico, libertario: Josue Marcos Belmonte murió en la casa que alquilaba en Mariano Acosta, partido de Merlo, al oeste del conurbano bonaerense. Tenía 37 años y convivía con el virus de vih.

Ioshua leyendo uno de sus textos

Jueves 3 de mayo 2012, Centro Cultural Pachamama

Cuando arreglé con Ioshua para pasar por el Centro Cultural Pachamama, donde estaba viviendo porque otra vez se había quedado en la calle, me dijo que se iba a bañar ya que a la noche iban a pasar a saludarlo, y además le comprarían Malincho su último libro; lxs compradores eran lxs escritores Paula Brecciaroli, Gaby Luzzi, y Bruno Szister. Le pregunté cuánto tiempo hacía que no se bañaba, y me dijo que mucho; y que no se acordaba. Al día siguiente fui con Bruno para entrevistarlo. Me sorprendí al ver a Ioshua. No era el que yo había conocido en las FLIAS (ferias de libros independientes), el que hacía lecturas tratando de acaparar el centro de la atención con la provocación constante y el buen humor.

La primera vez que lo vi fue cuando leyó junto a Pablo Perez y Mariano Blatt en Casa Brandon, donde presentaban la plaqueta de Proveedora de droga que acababa de publicar Germán Weissi como editor. Recitó un poema que decía “Pija. Dame pija. Quiero pija. Merca. Pija y merca. Merca y pija”, y pronunciaba las palabras como si desprendiera odio de su interior. Pero cuando terminaba su show-performático, se reía y desprendía buena onda para todo el mundo.

Nació en el ’82 en Haedo, provincia de Buenos Aires. Tiene muchos libros publicados, entre ellos “Es la noche que brilla en tus ojos” (Eloísa Cartonera), “Para los pibes” (Plaqueta de Belleza y Felicidad), “Pija, birra y faso” (Ed. Milena Caserola), “En la noche” (Ed. Wacho de la calle), “Loma Hermosa” (Ed. Nulu Bonsai), “Cumbiagai” (Ed. Chapita), “El libro negro” – tapa y contratapa absolutamente negra- (Ed. Milena Caserola), “A quién me ame” –  escrito 100%  a mano, con birome, e ilustraciones-  (Edición limitada de autor), “Malincho” (Ed. Wacho de la calle), fue co editor de la Revista Ají, entre otros multi actividades que emprendía en su vida, bardeada por la creatividad y el arte. Esta vez, a Bruno, a Gaby y a mí, nos abrió la puerta como si fuese un anciano que no podía más con su vida.

Se agarraba la cintura y no podía caminar. Tenía pelo, mucho, y en remolino, Ioshua siempre andaba pelado; ahora también tenía barba. Lo único que mantenía eran sus pantalones de gimnasia y las zapatillas onda tractor, pero estaba extremadamente flaco. Cuando hablaba, con la cadencia prolongada, casi cantando, prolongando las letras,  se le deslizaban las palabras, y en algunos momentos se enojaba; se ponía duro, apretando los dientes. No estaba drogado, sino medicado. Había ido al Hospital de clínicas por un fuerte dolor en la columna, que desde hacía varias semanas no lo dejaba tranquilo.

“Dolor, siento un fuerte dolor, en todo el cuerpo. Un dolor fuerte, Facu. ¿Vos me entendés, no?”, decía y me repetía.

El nuevo libro se llama Malincho, es diferente a lo que escribí antes, porque esta vez los protagonistas son homosexuales adultos. Todo lo que escribí desde el 2005, cuando empecé, eran muchachitos de 17 años hasta 23, porque esos wachines eran yo, en realidad. Entre esos excesos, yo soy un hombre adulto de casi 40 años, entonces escribo desde ese lado. Ya no estoy en la calle, ya no estoy en la marginalidad.  Eso se refleja en mi libro.

-¿Por qué decís que no estás más en la marginalidad?

-Porque no estoy más en la marginalidad, hombre. Porque no fumo paco, no tomo cocaína, no tomo alcohol, porque no estoy durmiendo en la vereda ni comiendo de la basura.

-¿Hiciste eso?

-Hice eso porque me ha tocado hacerlo. ¿Qué culpa tenía yo de estar solo en la vida? No tenía ninguna culpa.

-¿En qué etapa fue eso?

-Desde que era chico hasta los veinte y algo…

-¿Y de ahí surgió algún libro?

-No, imaginate si iba a estar pensando en un libro cuando tenía una desnutrición fatal, una vida excesiva donde vivía alcoholizado, drogado, perdido. ¿Imaginate si iba a pensar en un libro? Apenas pensaba en estar vivo, y ni siquiera sabía lo que eso significaba. Era como un animal que continua y continua, por instinto o impulso. No sé… Lo que sí hacía era escribir. Yo escribía. Escribía y escribía, y escribía y escribía y escribía…

-¿Tenés guardadas esas cosas?

-No. Nada de eso sobrevivió. Está en Pija, birra y faso. Ahí sí, se rescataron algunas cosas; pero…  no hay ningún manuscrito original de la época. Hay cuadernos, que son los que yo hacía circular en mi origen.

-¿Qué fue lo que te hizo empezar a escribir con el objetivo de publicar?

-Que la gente respondió. Yo, cuando empecé a escribir con más voluntad, fue porque había respuesta de lo que hacía. Fui una vez a Belleza y felicidad con estos manuscritos que yo hacía, con unas hojas de poemas, nada más. Yo se los doy, se los regalo a la chica, le digo “Hola, tomá”. No se los doy para que los ponga a la venta. Laura Las Heras. Me manda un correo y me dice “Che, se vendieron”. “¿Cómo que se vendieron?”. “Sí, los puse en la exhibición de la galería y se vendieron. ¿Tenés más?, me dice. “Sí, claro”, le dije; pero era mentira. Entonces empecé a escribir, escribir, escribir. Hacer más, más y más libritos; para ella. Y ahí se empezó a vender y a vender y a vender. Y eso empezó a circular, a circular, a circular. Y nadie me conocía. Nadie me conocía a mí. Sólo los que compraban ese fanzine en Belleza y felicidad. Un día, por esos azares, me invitan a leer a la casa de la poesía (ahí en Bulnes y no sé cuanto). No sé por qué azar, pero caí ahí. Yo me imagino la imagen que habré dado, porque era un tipo semi linyera, totalmente destruido. Cuando estaba llegando escuché que decían, no dejen entrar a los chorros ni a la gente de la calle. Y yo era uno de los que leía, ese día. Y… bueno, era un público muy poético-literario. Arranco leve. En un momento digo cosas como “bla bla bla, te amo wachín”, y fue como prender pólvora. Todo el mundo quedó azorado. ¿Qué está diciendo este pibe? Mi poesía decía, “wachín, merca, birra, calle- y siempre la palabra amor en el medio, yo te amo wachín- vamos a rompernos todo, tengo dos bolsas”. Era entre violento y romántico. Los desconcertó. Esa fue mi primera lectura, en agosto del 2005. Cuando termino se me acercan un montón de personas queriendo saber quién era yo, de dónde venía, porqué escribía así, qué soy. Yo no tenía respuestas. Hoy no las tengo, tampoco. Bueno, después me empezaron a llamar de lecturas… Empecé a buscar lo que yo quería hacer en vivo. Me importaba el escenario y una lectura, que buscaba algo, yo quería dar un show. Ese año…

En ese momento entró una persona del centro cultural, estaban preparando una lectura en la sala principal, donde también iba a tocar una banda con instrumentos de vientos. Se escuchaba la trompeta de fondo. El chico nos pidió las banquetas. Bruno dijo que él se tenía que ir (estaba con editora de Paisanita Editorial: Gaby Luzzi).

–              ¿Te puedo comprar tres?- le dice Bruno a Ioshua.

–                Si, si, si. No, no no.

–              ¿Viste que yo te dije que teníamos que cenar?

–              Sí, pero yo al final, no podía…

–              Porque en la esquina hay una rotisería bárbara, que por $17 te dan una de mozzarella fantástica. Yo hoy me compré empanadas de jamón y queso riquísimas. Riquísimas.

–              Ojalá. Otro día- dijo Gaby.

–              Sí. Si yo estoy acá. Yo vivo acá.

–              Che, ¿y celu todavía no tenés?- le preguntó Bruno.

–              Mmm. No.

–              Arriba, en el entrepiso había uno.

–              Claro, ése es el que tengo que arreglar. Hoy averigüé y el más barato me sale 150.

–              Y 150 es barato- dijo Bruno

–              Es barato pero bué…

–              ¿Y el Facebook lo ves seguido?- le preguntó Bruno.

–              Todo el tiempo. Vengan cuando quieran, y a cualquier hora. Porque yo estoy acá. Estoy muy solo y aburrido.

–              ¿Vos Facu te quedás, no?

–              Sí, sigo entrevistándolo.

–              Chau, nos vemos en la próxima, en cualquier situación. Cuidate mucho- dijo Ioshua.

-¿Dónde habíamos quedado, después de lo de Belleza y felicidad?

-Sí. Lo de Belleza fue muy fugaz. No fue una etapa es que yo pertenecía a ese lugar. Ellos vendían mis fanzines y nada más. No teníamos otro tipo de vínculo. Yo en ésa época estaba en un grupo anarquista donde aprendí todo. Lo que es la independencia, el “hazlo tu mismo”, a ver el sistema comercial del arte desde otro lugar. Aprendí muchísimo de ellos y hoy lo implemento. Es esto de editar mis propios libros con mi esfuerzo. Hacer los flyers, y todo eso, es propio de la educación anarquista-punk que aprendí con esta gente.

-¿Y qué valor tiene hacerlo todo por vos mismo, sin interactuar con otra gente?

-Y, que no tenés que pelear con nadie, nadie te roba nadie. Sos vos con quién se interesa por tu obra. No tenés que ceder ningún porcentaje a nadie. Ni sonreírle a nadie. Haces las cosas tal las queres, y decís las cosas tal como querés. Y después a ver qué pasa, si hay interés de las personas. Si hay devolución de todo eso. Lo que aprendí, también, es a no buscar la fama o popularidad. A abandonar eso. Si llega, llega, pero no es una búsqueda que uno debe tener.

-¿Qué buscas con tu escritura?

-¿Qué busco? Yo no busco nada en particular. Dejo que todo ocurra y nada más. Trato de disfrutar lo bueno que viene de todo eso. Pero yo, artísticamente, no tengo ninguna búsqueda. Todas mis búsquedas son personales. Están bastante lejos de algo tan mundano como el arte o la cultura…

-¿Y personalmente qué buscas?

-Y, estoy preocupado por mi salud, por mi actualidad. Hoy tuve médico. Tengo un problema en la columna, y aquí estamos, con tomas de sangre, tomas de sangre; que de aquí, de allá. Me preocupa más eso… que la popularidad o el reconocimiento que pueda tener.

-¿Te preocupa tener algo malo?

-Más allá de eso… A mí me modificó la vida todo esto. Perdí todo el vigor… todo el ánimo. No puedo caminar… (Tengo corrimiento en tres vértebras). Me trastornó enteramente el cuerpo. Me trastornó todo el cuerpo. No es que está acotado a la espalda. Son dolores musculares en el lado derecho, donde no tengo nada, pero los dolores se trasladan, y son terribles. Terribles… Hoy venía en la calle… Y decí que estaba cerca de la plaza del Hospital de Clínicas, que hay mucho sol. Llegué como pude a un escalón y me senté ahí, y empecé hacerme masajes.

-¿Te atienden bien en el Hospital de Clínicas? ¿Cobertura social no tenés?

-No, yo me atiendo en el Hospital Álvarez. Ahora voy a empezar, mañana, si puedo, en el Clínicas. Ahora estoy tomando calmantes, pero sólo para evitar el síntoma… Hoy llegué re mal de la calle. Ahora estoy bien porque me calenté en la salamandra. Yo necesito tener el cuerpo caliente. Si tengo el cuerpo caliente estoy bien. Sino, siento frío y empieza mi dolor, mi dolor, mi dolor, mi dolor. Por eso vivo cerca del fueguito, o de un radiador y me quedo al lado… Uso mucho abrigo, pero es por eso. Se me enfría un poco el cuerpo y la paso terriblemente mal.

-¿Y el libro que ibas hacer para niños?

-Ahí está. Yo escribo mucho, en general… Hay cosas que quedan como en el medio, después las retomo. Eran cuentos infantiles, pero también para adultos, como los de Lewis Carroll.

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Marta Dillon, sobre Albertina Carri: “Juntas soñamos la familia que tenemos”

Marta Dillon; foto: Alejandra López

El libro Aparecida, de la escritora y periodista Marta Dillon, es la historia de la búsqueda de su madre desaparecida y es, también, una historia de amor. El amor de una hija a su madre, con la que compartió sólo los años de su infancia, pero que la convirtieron en la mujer que es hoy. “Siento que me parezco a mi madre en su garra por vivir, por amar, por consolar, por reírse, por desafiar lo impuesto”, dice Dillon a Boquitas pintadas.
El libro, esta mezcla de autobiografía, crónica, investigación y relato poético, es también la historia de amor de esa mujer, Marta Dillon, y su hija Naná, con quien transitó esta búsqueda del cuerpo de su madre desaparecida. “Mi hija supo decirme que mi mamá no es sólo mía, que también es su abuela, por ejemplo. Siempre encuentra -o encontró- maneras de aliviarme y a la vez de ponerme en mi lugar”, cuenta la autora.
El libro también es, por qué no, la historia de amor de Marta Dillon y de su compañera, la cineasta Albertina Carri, con quien se casó y tuvo un hijo, Furio, que acaba de conseguir una triple filiación y ya tiene su partida de nacimiento con los apellidos de sus dos mamás y de su papá. Albertina Carri aparece desde la primera página hasta la última: “Es la compañera con quien comparto la vida, las decisiones, las alegrías, las tristezas. Juntas soñamos la familia que tenemos, juntas nos apañamos, juntas hicimos las exequias para mi madre”.
Aparecida es un libro conmovedor, angustiante y bello a la vez, quizá por esa búsqueda desde el lenguaje que emprendió Dillon. En esta entrevista con Boquitas pintadas la autora se explaya acerca de ésta, su nueva obra.
– ¿Cuál fue tu intención con este libro?

– No sé si un libro se escribe con alguna “intención”, al menos yo no podría ubicarla en tanto “a priori”. Sí puedo decir que este libro se impuso, que a la vez que buscaba lo que quería escribir sobre mi madre buscaba también el lenguaje, la escritura. Creo que hay algo que se aprende en la relación con la madre y que da como fruto la lengua, esa miel que permite invitar a otrxs a saborear lo que una paladea. No quisiera ser rebuscada, pero se trata de eso, de ir al encuentro de ella y a la vez de ir al encuentro de la escritura. Siempre sentí que TENIA que escribirlo, para poder después pasar a otra cosa, otra cosa que ya se verá.

– Tu búsqueda como hija mujer, ¿cómo se diferenció de la de tus hermanos? ¿Cómo lo viviste vos como mujer y como la mayor de todos?

– Ser la mayor me dio más tiempo de convivencia con mi madre, me permitió una memoria más consciente de ella, me dejó guardar conversaciones, olores, discusiones, enojos, juegos; me permitió verla embarazada y amamantando, sufrir por amor y volver a enamorarse. Me permitió verla en la alegría por la militancia. Mi búsqueda fue de ella pero también de un clima que viví con ella, un clima en el que los compañeros y las compañeras eran parte de la familia, en que ese concepto de “familia elegida” que tanto circula ahora tuvo un valor cuando yo era chica, en el que desear más de lo que nos era dado no sólo era posible si no algo parecido a un deber vital. Por eso creo que parte de mi vida tal como es ahora fraguó en esa búsqueda. Y me da mucho orgullo. Ser mujer, supongo, me dio un vínculo distinto con ella pero también una añoranza más profunda de su cuerpo, de reconocerme en su cuerpo; me acuerdo que de chica veía a amigas o primas tener cierta complicidad con sus madres y la observaba con una nostalgia incalculable.
Portada del libro Aparecida, de Dillon; editorial Sudamericana

Portada del libro Aparecida, de Dillon; editorial Sudamericana

– ¿Cómo fue compartir la búsqueda de tu madre y su “aparición” con tu hija Naná?
– Con mi hija Naná hemos pasado de todo, desde los tiempos de la impunidad más absoluta, después del indulto y a principios de los 90, cuando se formó HIJOS y ella me acompañaba a las asambleas y se quedaba dormida entre discusiones hasta la posibilidad de que me tome de la mano en los momentos en que yo más lo necesitaba, cuando por fuerza de esta aparición de los restos materiales volví a sentirme solamente hija. Ella tiene una claridad que yo no tengo. Así como cuando era chica me dijo una vez que tenía miedo de que volvieran los militares y yo trataba de convencerla de que eso no iba a pasar y entonces ella me descerrajó: “¿Y por qué no van a volver si hicieron de todo y no les pasó nada? ¿o no dicen ustedes -por HIJOS- que los asesinos caminan muy tranquilos por la calle?” También es capaz de llamarme a silencio, de reclamarme cuando hago las cosas sin participarla, de decirme que mi mamá no es sólo mía, también es su abuela, por ejemplo. Maneras que encuentra -o encontró- de aliviarme y a la vez de ponerme en mi lugar. Esto -todo esto- no me pasó a mí, nos pasa a todas y a todos. Y a la vez, la que puso el cuerpo es mi madre y yo tuve que aprender a ponerlo a salvo, también por la presencia de mi hija Naná.
Marta Dillon tiene, además un hijo, Furio, con su esposa Albertina Carri. Hace pocos días lograron que se lo reconociera con el triple apellido: el de las dos mamás y el del papá, el diseñador Alejandro Ros. La triple filiación de Furio Carri Dillon Ros es la primera que se consiguió en la ciudad de Buenos Aires.

– Desde la primera página nombrás a tu compañera Albertina, ¿por qué fue importante para vos dejar sentada su compañía desde desde el principio al final del libro?

– Bueno, es mi compañera, la compañera con quien comparto la vida, las decisiones, las alegrías, las tristezas. Además de que ella sabe de qué se trata, su papá y su mamá están desaparecidos. Sabemos también de elegir la vida que queremos más allá de lo que se espera de nosotras, sabemos de gozar tanto como de caer en pozos de profunda tristeza. Juntas soñamos la familia que tenemos, juntas nos apañamos, juntas hicimos las exequias para mi madre. Siempre nos preguntan qué hubieran pensado nuestros padres, qué pensarían de nuestra relación, del matrimonio igualitario, etc. Y no lo sabemos, intuimos por el modo en que compañerxs de esa época están siempre cerca alentándonos que él -Roberto Carri- y ellas -Ana María Caruso y mi mamá, Marta Taboada- hubieran sido felices con nosotras. A lo mejor es una manera de contestar a esa pregunta insistente. Pero sobre todo, si está en el libro, es porque somos una pareja creativa, trabajamos juntas a veces, soñamos juntas siempre, elaboramos nuestras vidas en largas noches robadas a las rutinas cotidianas. Somos una pareja y también un equipo.

– El libro también deja ver el recorrido de los diferentes momentos de relación de ustedes; entre éstos, el casamiento: ¿Cómo fue vivir ese momento en medio de la reconstrucción que estabas atravesando?¿Qué dudas, qué certezas, que sentimientos se fueron mezclando?

– Sobre el dolor, el deseo. Sobre el dolor, saber que estoy viva. Sobre el dolor, todo lo que vamos construyendo como certeza de que hay red para caerse y volver a saltar. De algo de todo eso se trató. Es cierto que yo vivía una realidad paralela mientras nos ocupábamos de ver qué dar de comer y beber a lxs invitadxs, pero nunca dudé de que tenía que haber fiesta. De alguna manera, mamá llegó para la boda. Y era un triunfo casarnos en el sentido de que habíamos arrancado un imposible más de ciertas listas; aun cuando tal vez nunca me hubiera casado en una relación heterosexual, en nuestro caso aportaba otro sentido a ese rito, a esa institución. Y además era la posibilidad más cierta de convertirme también para el Estado en la madre de mi hijo menor, así que era una fiesta con una dimensión política importante. Y para mí era todo un homenaje a la “aparecida”, aunque de a ratos sintiera culpa o sintiera que debería estar haciendo otra cosa y no probándome vestidos negros para ese día.

– ¿En qué sentís que te parecés a tu madre? ¿Qué aprendiste del tiempo con ella? ¿Y del tiempo sin ella?

– Siento que me parezco a mi madre en su garra por vivir, por amar, por consolar, por reírse, por desafiar lo impuesto. En el tiempo con ella aprendí el valor de la amistad, aprendí las caricias, aprendí una manera de amar tal vez desprolija, tal vez demasiado arrebatada o apasionada -aunque no sé por qué digo tal vez, si me gusta. Aprendí a hacer polenta, a cuidar a los más chicos, aprendí que la injusticia es una garra en el pecho que hace sangrar, aprendí a hacer pan con manteca y azúcar, aprendí a avergonzarme de mis privilegios y también a gozar de mis privilegios. Aprendí a compartir. Y también aprendí lo que era un asalto, esas fiestas bailables en las que todos y todas llevan algo. 
Del tiempo sin ella aprendí la nostalgia, aprendí a hacerme fuerte, aprendí a luchar con otros y otras por las mismas causas, a inventar causas por las que pelear, aprendí que no hay dolor ni miedo que no pueda convertirse en acción. Qué se yo, mi vida sin ella es tanto más larga que la vida con ella que supongo que aprendí a ser quien soy, aunque para eso la presencia y la ausencia de la madre tallaron cada una lo suyo. 

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A 5 años de la ley de matrimonio igualitario: ¿Qué cambió en el diván?

A 5 años de la ley de matrimonio igualitario en la Argentina, 9423 parejas se casaron en el país. En la provincia de Buenos Aires, 2998; en la Ciudad, 2278; le siguen en importancia Córdoba, con 970; Santa Fe, con 895; Mendoza, donde se casaron 415 parejas. En todas las provincias argentinas se registraron bodas. Estas son cifras fueron brindadas por Esteban Paulón, presidente de la Federación Argentina LGBT, y se elaboró en función de los datos de las organizaciones que integran esta federación, ya que no todas las provincias llevan estadísticas desde que se puso en vigencia la ley, en julio de 2010.

Nos preguntamos, ¿qué revisiones planteó en los psicólogos, estos profesionales nodales en la salud de la población, la aplicación de esta ley que ya concretó casi 10.000 uniones antes ignoradas o minimizadas? ¿Revisó el psicoanálisis sus encuadres y posiciones? ¿Qué aprendizajes se incorporaron en el mundo académico y de la clínica?

Imágenes del picnic de la diversidad; foto: Federación Argentina LGBT; Facebook

La licenciada en Psicología Andrea Aghazarian considera que la implementación de esta ley puso en cuestión modelos que están caducos, de aquellas minorías profesionales agentes de salud que ajustaban su trabajo clínico con pacientes con métodos correctivos, que sólo llevaban a cambios momentáneos y, luego, a profundos estados depresivos, angustias desbordantes o la construcción de una vida paralela, en matrimonios forzados y prácticas sexuales contrarias a la verdad de cada sujeto.

“Nuestro trabajo intenta mantener al sujeto lo más cercano que se pueda a la salud, a la pulsión de vida, alejándolo así de la enfermedad, con su pulsión mortífera,  que en sus extremos lleva a la muerte. En particular a los psicoanalistas nos facilitó el trabajo: en estos 5 años las familias llegan al consultorio con conceptos elaborados por la sociedad, a propósito de la ley, hay una parte del camino que hacíamos nosotros, que lo hizo la sociedad en su conjunto”.

– ¿Qué aprendizajes se incorporaron en el mundo académico y de la clínica?

– En el mundo académico está la percepción que hemos socializado el conocimiento con el resto de la sociedad, que nuestro saber también ordena la sociedad y que debemos trabajar explicando, enseñando y construyendo una sociedad más justa.  Esperemos que se transforme en un área específica de nuestro trabajo y consigamos desde las distintas instituciones que nos representas y agrupan, emparejar derechos.

El licenciado y profesor en Psicología Diego Samara cree que el psicoanálisis se debe reformular según la subjetividad de la época -como sostenía Jacques Lacan- y que se expresa en términos de síntomas actuales y la dirección de la cura. “A mi parecer, el psicoanálisis es poco permeable a los fenómenos normativos y sociales, más bien se focaliza en la singularidad de cada sujeto y sus condiciones de goce, o sea, modos de desear, vincularse, amar o sufrir pero, como toda teoría, tiene sus limitaciones, como por ejemplo con respecto a las teorías de género y diversidad sexual. Me parece importante estar advertido en este punto para poder ir más allá de Freud, de Lacan y de la psicoterapia clásica, para así poder ser  más permeable a otras teorías; creo que es fundamental como profesional en salud mental el entrecruzamiento entre disciplinas, sobre todo entre el Psicoanálisis, la Filosofía y la Sociología, como por ejemplo el punto en el cual la corriente sociológica sobre  diversidad sexual distingue la orientación sexual de la identidad de género, a diferencia de lo que no hacen muchos psicólogos.  Por otro lado, es necesario señalar cuando un analista o psicoterapeuta tiene una concepción prejuiciosa, homofóbica, patologizante, lo  cual significa una cuestión grave”.

Y agrega: “Sumo una pregunta quizá molesta pero creo que debemos hacernos todos los psicólogos, terapeutas o psicoanalistas: ¿Permitimos al paciente desear, amar y vivir o, de lo contrario, restringimos o coartamos sus condiciones de vida, de goce? A mi criterio, con respecto a la diversidad sexual, la única dirección de la cura en este sentido es la primera opción y va acorde con la  posición ética del psicoanalista”.

La psicóloga Graciela Balestra, directora de la ONG Puerta Abierta, al ser consultada sobre el tema dice: “Hasta no hace mucho en algunas facultades de psicología se seguía enseñando que la homosexualidad era una enfermedad. Y muchos psicólogos seguían intentando curarla. Hoy podemos afirmar que eso es iatrogenia. En Puerta Abierta recibimos muchos pacientes que vienen de transitar numerosas terapias que solo acentuaban su sufrimiento. Y hace años brindamos en las supervisiones a los profesionales de la salud una capacitación sobre diversidad sexual porque ese tema no se ve en las universidades”.

“El hecho de instalar el tema y de la aprobación de la Ley obliga a re pensar muchos conceptos erróneos aprendidos y a deconstruir todo un sistema de creencias donde se instalaba la homofobia. Los profesionales de Puerta Abierta observamos que aún falta mucho camino por recorrer, a lo largo y ancho del país. De hecho estamos haciendo hace tres años capacitaciones en todas las provincias sobre diversidad sexual. Y lo que encontramos es una enorme necesidad de información”.

Picnic por la diversidad; foto Federación Argentina LGBT; Facebook

El licenciado Alejandro Viedma, también miembro de Puerta Abierta, se refiere al tema y menciona que nota más apertura, interés y respeto de parte de sus colegas de lo que percibía hace años. “He transitado por varios lugares de transmisión del psicoanálisis como posgrados, supervisiones, jornadas, etc. y fui escuchando opiniones de profesionales que expresaban sin prurito, por ejemplo, cosas del estilo: “Estoy de acuerdo con que los homosexuales se casen y tengan los mismos derechos, pero no que adopten chicos”, es decir, que opiniones de legos en la materia también se repetían en algunos terapeutas, lo cual me inquietaba bastante. En las instituciones y espacios Psi que acudo hoy ya no hallo esa tensión, esa incomodidad cuando por ejemplo superviso un caso en donde dos mujeres lesbianas se casaron el año pasado, cada una tiene un hijo de un matrimonio heterosexual anterior, y en la actualidad planean tener un bebe mediante inseminación”.

Y agrega que, de todos modos, hay trabajo por hacer. “Tenemos que seguir cuestionando esas fantasías que perpetúan la idea de familia única entendida como papá, mamá e hijos. Hay aún muchos supuestos que se sostienen a modificar y allí jugaríamos, los profesionales de la salud mental, un rol necesario, importante y responsable, yo diría ético. Porque a pesar de que los pacientes, más allá de su orientación sexual o identidad de género, según mi prática/casuística en la clínica de adultos, siguen demandando un tratamiento terapéutico por problemas de AMOR y de sexualidad, también se escucha habitualmente: “¿Dos mamás?, ¿dos papás?, ¿cómo va a salir ese pibe?”.

La licenciada en Psicología Adriana Sonis expresa: “Como psicoanalista la promulgación de la Ley de Matrimonio igualitario  me llevó a pensarla en relación a la neutralidad, a la renuncia por parte del analista de imponer sus deseos, pensamientos, prejuicios, moral, a sostener la incertidumbre por sobre las certezas, a habilitar la apertura de nuevos interrogantes por sobre lo inmutable de preguntas viejas”.

– ¿Sólo la neutralidad del analista o se revisa el posicionamiento del profesional en relación a su quehacer diario?

– Esta  ley inevitablemente se relaciona con la temática de adopción, entonces, me pregunto si ¿los efectos que provocan aquellos profesionales, tanto en la clínica como en lo jurídico, en ausencia de neutralidad, con posiciones apegadas a un pensamiento binario: hombre-mujer, salud-enfermedad, madre mujer- padre varón, respetan los Derechos del Niño a tener una familia? Mi respuesta es un categórico no. Y quisiera resaltar que la capacidad de ahijar no se relaciona con la genitalidad de los padres o de las madres.

Para el licenciado en Psicología Roberto Viñas esta ley planteó revisiones de las posiciones de los propios psicólogos. En algunos casos más notables, se trata de un cambio de posiciones frente a la clínica. “En algunos casos, ya estaba superado aquello de que la homosexualidad era un trastorno, pero no se alcanzaba a visualizar cómo era posible una integración plena como ciudadano, si ciertos derechos eran vulnerados sistemáticamente. En otros, la modificación ha sido en el plano de las posiciones oficiales, ya no es posible hablar del desarrollo de la sexualidad como se lo planteaba antes como la plenitud alcanzada en la complementariedad de ambos sexos. El desarrollo pasa por otro lugar. Probablemente, aún no alcancemos a vislumbrar las revisiones teóricas a las cuales asistiremos”.

 

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“Las mujeres son mucho más sinceras que los hombres”

La extraviada se presenta como una obra, para tomar palabras del poeta y dramaturgo Víctor Hugo, en la que lo sublime es una combinación de lo bello y lo grotesco. La historia se resume así: en un viejo teatro estatal se ensaya la ópera La Traviata. Mientras que en el escenario se oye la sublime música de Giusseppe Verdi, en los talleres de vestuario dos mujeres vestuaristas se enfrentan por un amor y un puesto de trabajo. Suenan, durante toda la obra, arias en vivo de la maravillosa ópera.

¿Qué llevó al director, Alejandro Viola, a contar esta historia que se ocupa de lo que transcurre detrás de un escenario, que indaga en lo que permanece oculto al espectador? ¿Qué mirada sobre el género introduce? “Las mujeres nos arrasan a los hombres en cuanto a todo, inteligencia fundamentalmente. Y también creo que son mucho más sinceras en lo que les pasa: en los sentimientos, en lo que piensan y manifiestan, en sus relaciones. Los hombres muchas veces vivimos en la comodidad que nos dio precisamente el género masculino”, expresa en este diálogo con Boquitas pintadas.

Actrices, en plena acción; foto Prensa Duche&Zarate

-¿Cómo surge la idea de La extraviada?

-Quería escribir una comedia, casi costumbrista. Y una vez hice una obra en un teatro oficial que tardó como dos años en estrenarse ya que siempre surgía algún conflicto sindical que paralizaba al personal. Paritarias, contratados de años que querían pasar con justicia a planta permanente, aumentos de sueldos, nombramientos que nunca llegaban, escalafones. Dentro del elenco surgían diferentes voces: estábamos los que nos solidarizábamos con el tema y sugeríamos esperar y también estaban los que decían “hagámosla igual, sin nada, para que todos entiendan que el teatro está por encima de todos estos conflictos tan terrenales”. Por supuesto que nada se hizo hasta que se resolvió el conflicto sindical. Los actores muchas veces sentimos que el sólo hecho de haber elegido esta profesión ya nos ubica en un lugar elevado espiritualmente y eso nos hace lindar con lo bizarro. Claro que tal vez es una manera loable de tratar de escapar de la mediocridad y acercarnos en realidad a la sabiduría de los maestros que nos inspiraron, como por ejemplo, Verdi.

Esa mezcla de lo bizarro con lo elevado del arte me resulta cómico y angustiante a la vez. No puedo explicarlo demasiado. Y sobre esa base escribí La extraviada.

-¿Qué tiene de particular el detrás de escena en el teatro, que te interesó develarlo?

-Alguien me dijo que le gustó mucho la obra porque no siempre se muestra el verdadero estómago del teatro. Me gustó la definición. Siento que a diferencia de otros ámbitos, en el teatro (o el cine), el público disfruta, se conmueve o se desilusiona luego de ver una obra terminada sin necesidad de plantearse cómo fue el proceso hasta llegar al estreno. Pero adentro todo es minucioso y, muchas veces, intenso desde todo punto de vista. Quise jugar casi con ese torbellino: grandes egos, envidias, gente muy divertida y solidaria, competencias, amores prohibidos, autores, actores, diseñadores de vestuarios que ganaron muchos premios, escenógrafos que sienten que sus realizaciones son lo más importante de una obra.

-¿Cómo está presente la cuestión de género en la obra?  

-En La extraviada hay dos protagonistas que representan a mujeres comunes, trabajadoras, cotidianas, que luchan por mantener a sus familias, que viajan cada día apretadas en los medios de transporte, aplastadas por una rutina y una falta de reconocimiento casi degradantes. Sin embargo, son fuertes, sienten carnalmente, en medio del remolino se enamoran y se ilusionan aunque el galán que les toca sea el más mediocre. Acá no importa el hombre, en este caso es un pusilánime representado maravillosamente por Roberto Romano, que no tiene la capacidad de darse cuenta de que con los sentimientos no se juega. Y las dos lo permiten, porque tal vez lo elevado en ellas está en el amor.

-¿Qué mirada propone la obra sobre lo femenino?

-Las mujeres nos arrasan a los hombres en cuanto a todo, inteligencia fundamentalmente. Y también creo que son mucho más sinceras en lo que les pasa: en los sentimientos, en lo que piensan y manifiestan, en sus relaciones. Los hombres muchas veces vivimos en la comodidad que nos dio precisamente el género masculino. Y estoy convencido de que las mujeres tienen un umbral más alto que nosotros en cuanto al dolor. Pero claro, hombres y mujeres no estamos ajenos a los intersticios de la locura y, a veces, como en La extraviada, en un segundo las cosas se van de las manos. Nos puede pasar a cualquiera.

Alicia Muxo, en escena; foto Prensa Duche&Zarate

-Hay un modisto gay: ¿no sentís que este personaje viene a reforzar un cliché social? ¿Cuál es tu intención con esta inclusión?

-El cliché social no ha sido el mostrar al gay amanerado sino mostrarlo perverso, resentido, vengativo, mediocre, casi despreciable. En la obra no estamos tratando de descifrar si ese personaje, Marcelo, tiene tal o cual elección sexual. Está clara. Lo que me interesaba era que fuese el personaje que representara la ilusión, que fuera el lazo con La traviata, que tomara carnadura en él esa verdadera magia del teatro: la de soñar. El es el único que escucha la música de Verdi, el que sueña con llegar a una París nevada como si fuese el paraíso, es el que tiene humor, el que no deja que el maltrato diario le quite lo que siente por el teatro. Creo que es el único que tiene claro, en medio de lo grotesco, lo elevado del arte. Y ahí hay mucho de lo que yo quiero que me pase día a día.

-¿Cómo lograste trabajar La traviata, de modo de ensamblarla en medio de la historia detrás de bambalinas?

-Es una ópera que me apasiona. Es realmente el comienzo de lo que sería la ópera moderna. Partamos de que su traducción podría ser La extraviada, La perdida o sencillamente La puta. La historia es de avanzada en el género: una prostituta de alto lujo, desbordante de amantes/clientes que se enamora de un hombre de clase media y que lo debe abandonar en medio de la pasión a pedido del padre de él, pues su familia está siendo señalada y condenada a la miseria por esta rebeldía del joven. Mientras tanto la tuberculosis va apoderándose de la protagonista, Violeta, hasta llevarla a la muerte. Está todo: la ilusión, el amor, el sexo, el desprecio, el lujo, la pobreza, una sociedad que juzga, la muerte.

Y yo sentía que en mi obra también estaban todos esos temas y que cualquiera de las protagonistas, Olga o Zulema, podían ser miradas de esa manera y por qué no, ellas mismas sentirse “las perdidas” por ese hombre, el jefe de escenario. Son mujeres que van al frente como la protagonista de La traviata. Las tres se juegan el todo por el todo. En medio de eso, las arias le cantan a la historia de amor de Rodolfo y Olga, o le dicen “Addío del passato” cuando las cosas se ponen más difíciles, o son parte de la conciencia de la protagonista como si ella misma gritara “Amami, Alfredo, quant`io t`amo…” o recuerdan París con la poesía que imagina Marcelo.

-La obra crea una atmósfera de música, tragedia y comicidad: ¿Por qué consideraste importante incluir el humor en esta propuesta?

-Desde hace más de 25 años dirijo el grupo Los amados, la banda que combina música latinoamericana con una puesta muy teatral. Allí el humor tiene el mismo peso que la excelencia musical. Es un tema que me interesa en la vida. Y como ya dije, mi idea era escribir una comedia. Pero mi concepto de comedia tiene que ver con que muchas veces lo trágico se entrecruza con lo patético y lo bizarro, llegando a un grotesco que nos hace reír. Los lectores de esta nota sabrán a qué me refiero.

 

Ficha técnica:

Para Viola, el elenco es lo que enaltece la obra. Ellos son Alicia Muxo, María Rosa Frega, Roberto Romano, Ariel Gangemi, Alejandra Ríos y Verónica Díaz Benavente (cantante lírica). Piano en off: Santiago Rosso.

Dramaturgia y Dirección: Alejandro Viola.

Domingos a las 17. Teatro Payró – San Martín 766 (Retiro) – Ciudad de Buenos Aires.

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Kilombo Queer, cinco veladas diversas

El actor y director de teatro Martín Marcou propone el ciclo Kilombo Queer, cinco veladas diversas. El capítulo 1 será Kilombo trans. Habrá teatro + performance + cumbia + barra + fiesta. Esto será el sábado 18 de julio a las 23 en el Espacio Tole Tole.

El artista cuenta que se trata de un ciclo que irá de julio a noviembre de este 2015.  La Producción general, artística y dirección es de Martin Marcou (Director Teatral); Charlee Espinosa  es actor  y performer, coordinador general del ciclo.

La propuesta es un ejercicio estilístico que tiene como objeto mostrar la evidencia de fragmentos de vidas devenidos en cuerpos performáticos. Trabaja sobre la actuación del momento, lo efímero, con el aquí y ahora. La idea es personificar conceptos como lo camp, lo bizarro, lo kitsch, lo trash y todo el amplio espectro que construyen singulares dentro del mundo de lo Queer.

Martín Marcou, foto, gentileza Marcou

La idea aspira a construir relatos del momento, que no funcionen como reportes, sino que a través de las presencias corporales de los protagonistas de cada velada, el público pueda agenciarse en las expresiones vivas de una experiencia única e irrepetible.

Luego del primero vendrán otros capítulos con las siguientes temáticas: Kilombo Torteril, Kilombo Bi, Kilombo Gay, Kilombo con mostras. El primero es con cumbia; el segundo, con rock; el tercero, con pop; el cuarto, música electrónica y el quinto, rejunte musical. Es decir, cada Kilombo viene acompañado por un género y en cada noche habrá performances, poesía, acústicos e intervenciones en el espacio.

Al Espacio Tole Tole Teatro, en Pasteur 683, lo lleva adelante el director teatral Martín Marcou y Gonzalo Pérez, ligado a las Artes Audiovisuales, director del documental próximo a estrenar “Se puso lindo Tres Lagos”, sobre la primera chica trans de la provincia de Santa Cruz en realizarse una cirugía de re asignación de sexo.

Tole Tole es un lugar multidisciplinario que alberga expresiones diversas. Funciona como una usina de experiencias donde confluyen las artes escénicas, la fotografía y las artes plásticas. Es interesante de conocer.

La intención del espacio es difundir la obra, tanto de creadores nóveles como de artistas de trayectoria, privilegiando la calidad en la búsqueda, en el lenguaje y en el contenido.

El espacio cuenta con una sala teatral para 40 espectadores, una Galería de Arte, que todos los meses sube una muestra vinculada con la fotografía o pintura. Durante 2014 se inauguraron 9 muestras. Tiene además una sala de ensayos para dictado de talleres y un Almacén de Vestuario que cuenta con más de 300 prendas para alquiler o venta. Este espacio es llevado adelante junto a Graciana Buldrini.

En este momento en el teatro, cada sábado a las 21, se presenta Reparto a domicilio, una obra de teatro donde la muerte canta.

Martin Marcou, el director, dice que la obra trata sobre lo indefensos que estamos frente a la realidad de la vida. Las malas pasadas que en un instante nos puede jugar la existencia. La muerte está presente y aparece de improviso, los que la desconocen le temen y los que la han conocido bailan casi sin sentimiento, como niños.

“Rodeado de muerte, de amenazas y a solas con mi cabeza calvario, mi cabeza infierno, entre la maleza, con poca visión, con la mirada rota, extraviada, castigada, llena de agua, pude escribir esta obra de teatro para salvaguardar el momento. Si me caigo me levanto y sigo en el camino hasta que se acabe la ruta. He aprendido a crear belleza del dolor. Sólo muere aquel que ha vivido.”

 

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