10 museos que nos cambiaron la vida

Hoy, Día Internacional del Arte, un guiño cómplice para los museos que nos cambiaron la vida. Aquellos que, como decía Jack Lang, tres veces ministro de Mitterrand, establecieron una nueva manera de relacionarse con el público, Una manera amigable, cercana y lejos de la solemnidad propia de los reservorios del siglo XIX. Arriba, comenzamos la recorrida con la Tate Modern, museo insignia del siglo XXI con su fabulosa Turbine Hall, memoria de la Usina del siglo XIX, que devora al espectador en las fauces de una sala de 100 x 100 metros. Allí mismo Olafur Eliasson nos hizo amar la contemplación del arte como una experiencia gozoza y gregaria en un amanecer deslumbrante. El proyecto en las márgenes del Támesis, frente a la Iglesia de St. Paul, unido por el Puente del Milenio de Sir Norman Foster, sigue vivo y lleva la firma de la dupla de Basilea: Herzog y DeMeuron.

  Despejó el itinerario del cambio la fabulosa transformaciòn de la Gare d’Orsay en el museo del mismo nombre (abajo), resignificado por la italiana Gae Aulenti en los ochenta. Inaugurado en 1986 para albergar el arte del siglo XIX, los impresionistas, el retrato doctor Gachet de Van Gogh;  Moulin de la Galette, de Renoir , y la crema de la crema de las esculturas soñadas (hasta 1914) en una sala de luz cenital que corta la respiración.  Nada de esto hubiera ocurrido sin el gesto voluptuoso y genial de Frank Lloyd Wright, cuando proyectó la espiral de la Quinta Avenida para los Guggenheim (arriba) inaugurada en 1959. Todavía hoy, cuando se remonta la cuesta de esas salas únicas se siente la inmensa energía de Wright, decidido a cambiar la historia y la manera de mirar y ver el arte. El museo en sí mismo es una bella escultura, imbatible.  De todos modos, mi elegido,  como punto de partida de la enorme transformación que hizo de los museos una meca de turismo, una celebración de la vida y un lugar de encuentro de multitudes, será siempre el Centro Georges Pompidou, en Le Marais, Paris. Construido por encargo del presidente Pompidou, fue inaugurado en 1977. Renzo Piano y Richard Rogers, entonces dos jóvenes audaces, ganaron el concurso en 1970 por el proyecto que dejaba libre la mitad del terreno del viejo mercado de Les Halles, para dar vida a una plaza seca de fines múltiples, donde la gente hace lo que quiere, una suerte de ágora contemporánea que prepara el ánimo para la experiencia del arte.  En la fachada de la cafetera (abajo) la fotografía del presidente Pompidou.

Nueva York no sería lo que es sin el MoMA.Todos gozamos de esa terraza al aire libre desde donde mira, por encima del hombro, con displicencia, el Balzac de Rodin. Fundado en un departamento del Upper East por Rockefeller y amigos, es un museo privado con una colección estupenda que incluye Noche estrellada, de Van Gogh; Nenúfares, de Monet; y la Señoritas de Avignon, de Pablo Picasso. Por 25 dólares es el mejor programa de MANHATTAN, sin contar que en The Modern sirven el mejor carpaccio de la isla.

La fecha clave es 1992. Los 500 años del Descubrimiento de América fueron la campana de largada del Guggenheim de Bilbao, museo que le cambió el destino decadente a la vieja ciudad astillero para convertirla en un vibrante destino, lleno de arte y con la mejor gastronomía encarnada por chefs premiados como Martín Berazategui.  El Guggi fue  el resultado de un virtuoso acuerdo entre los poderosos bancos vascos y Thomas Krenz, número uno del Guggi de la Quinta Avenida y el mayor acierto de la sucursal de Bilbao fue el edificio proyectado por Frank Gehry, un pájaro de titanio recostado sobre la ría del Nervión, imágen icónica del siglo XXI. Damos la última vuelta por dos museos cercanos. En casa, Buenos Aires. En la milla de los museos, genial circuito que va de la Colección Fortabat, en Puerto Madero, al Sivori,  en los bosques de Palermo, hay dos escalas obligadas. Primero el Museo Nacional de Bellas Artes, fundado, en 1896, por Eduardo Schiaffino, que funciona en el viejo edificio de bombas de Obras Sanitarias refuncionalizado por Bustillo. Tiene la mejor colección de arte europeo de América del Sur; desde la Bailarina, de Degas;  al Beso, de Rodin y el desnudo níveo (abajo), la Ninfa Sorprendida de Manet. Last but no least llegando a la meta, cerramos este homenaje, en el Día Internacional del Arte, consagrado  a los museos que nos cambiaron la vida, al MALBA, inaugurado por  Eduardo Francisco Costantini en 2001. Exhibe una colección única de moderno latinoamericano y , en estos días, una escultura de Jeff Koons,  Ballerina, de la serie Antiquity. Piezas centrales del patrimonio de malba son Autorretrato con Loro, de Frida Kahlo; Retrato de Ramón Gómez de la Serna, de Diego Rivera; Abaporu, de Tarsila do Amaral y Manifestación, de Antonio Berni. No habrá otra igual. Tampoco tienen parangón en  imaginario gourmet los ravioles de ricota con manteca y salvia de Marcelo, bistró para artys.  Los museos, querido blogueros, están vivos. Dos perlas de Madrid. Abajo, el Museo Thyssen Bornemizsa, inaugurado en 1992 tras el acuerdo firmado entre la baronesa Thyssen, nacida Carmen Tita Cervera, ex Miss España,  y el duque de Badajoz, cuñado de don Juan Carlos I, para la exhibición de la colección del barón Heinrich, que estaba , antes, colgada en Villa Favorita, Lugano, Suiza.La corona pagó por la colección en un préstamo de largo alcance y sumó un museo para cerrar así el triángulo madrileño de las artes, con el Prado y el Reina (abajo). Más de 800 pinturas patrimonio Thyssen se exhiben en el palacio de Villahermosa, acondicionado para ser museo por el arquitecto Rafael Moneo. Finalmente, no se entiende Madrid sin el salto contemporáneo que representó la inauguración de Museo Centro de Arte Reina Sofìa (MNCARS), a metros de la estación de Atocha. Un viejo hospital refuncionalizado, 84.000 metros cuadrados para exhibir arte, lleva el nombre de la reina de origen griego que amaba el arte.La ampliación reciente de Jean Nouvel potencia el marco para  la más auténtica joya de la corona:  el Guernica de Picasso. El cuadro más visitado de España.

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Murió Zaha Hadid, arquitecta de las formas

A los 65 años, víctima de un infarto, murió en Miami (31.03.2016) la arquitecta iraní Zaha Hadid, la más audaz intérprete de la relectura de la arquitectura, imaginada como una estructura sin límites, voluptuosa. Premio Pritzker 2004, nació en Bagdad el 31 de octubre de 1950. Hija de un industrial formado en Londres, estudió matemáticas en Beirut y en 1972 ingresó en la Asociación de Arquitectura de Londres, donde tuvo como profesor al holandés Rem Koolhaas. Libre de mente, Koolhaas alentó sus ideas que parecían irrealizables y la invitó a integrar su equipo de trabajo en Rotterdam. Lo demás, para la gente que ama la arquitecta, es historia conocida. Controvertida, discutida, carísima, Hadid cambió la piel y la cara de las ciudades, como sucedió en Seúl (foto arriba) con una pieza  zigzagueanta, el Dongdaenum (2009-2014)  que ganó el lugar de símbolo de la capital de Corea del Sur.

El uso de las computadoras como soporte de ideas ilimitadas y la afirmación, dicha una y mil veces por Zaha Hadid (foto arriba) de utilizar todos los materiales y posibilidades que el siglo XXI pone en la mano de un constructor, fueron la hoja de ruta de obras rutilantes. Ejemplos a la mano como el Galaxy , shopping en China de 330.000 metros cuadrados, 67 metros de altura (abajo).Un  enjambre de conexiones circulatorias orgánicas, que  pone en jaque la arquitectura tradicional, ajustada a la geometría y a la línea. Oriental en su manera de asumir la curva voluptuosa como una identidad estética, sus obras recibieron el favor del público y también críticas, en algunos casos, por los altísimos costos como sucedió en el Baku Center.  El Puente de Zaragoza, construido  en 2008 para la Expo del Agua, marcó su ingreso en el catálogo de grandes obras encaradas por los españoles en la era de la transformación de su infraestructura cultural, con arquitectos como Frank Gehry, Jean Nouvel, Norman Foster y Rafael Moneo, entre otros. La Opera de Cardiff, en Gales; el Rosenthal Center de Cincinatti; la Opera de Guangzhou, en China, y el Museo MAXXXI de Roma (foto abajo) , considerado una pieza modelo en su tipo, son algunos mojones de una carrera imparabale en la que tenía, todavía, mucho por dar. Casualmente, estaba construyendo un edificio en Miami, sobre Byscaine Bv., como parte de la revolución orquestada en la capital de la Florida. A propósito del MAXXXI de Roma, se exhibe en estos días en la Fundación Proa de La Boca, Buenos Aires, parte de la de sus colecciones de arte contemporáneo.

En el tablero de Zaha Hadid quedó mucho por hacer. El mundo de la arquitectura ha perdido una ilusionista de las formas, una virtuosa realizadora de obras imposibles.

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Autorretrato de Bacon de remate

Confirmado. Sotheby’s ofrecerá en su remate de mayo en Nueva York, el autorrettrato de Francis Bacon , estimado entre 20 y 30 millones de dólares. La obra estaba en manos privada desde que fue pintada. La presión de coleccionistas fuertes como el ruso Roman Abramovich, los museos y los compradores suizos ha llevado a la obra de Bacon a la cima de la demanda con valores récords. Más de  140 millones fueron pagados por galería Acquavella, para un cliente no identificado, por el tríptico inspirado en su amigo y discípulo Lucien Freud.

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He visto a Bacon

Arriba, Tríptico, de Bacon, fechado en 1969, vendido en noviembre de 2013 al récord de 142,4 millones U$. Adquirido por la galería Acquavella para un cliente no identificado.

La nota siguiente fue publicada en LN con motivo de la retrospectiva del Museo del Prado  que hizo justicia con el artista que cambió para siempre la figuración. Y basta pensar hasta qué punto el gran Rómulo Macció, a quien despedimos ayer con inmensa tristeza, fue tocado por el efecto Bacon. El joven del que hablo en la nota, economista y último amante de Bacon, sea, tal vez, la víctima de robo perpetrado en Madrid.

 

He visto a Bacon

Una visita guiada a la retrospectiva del Museo del Prado que vuelve a colocar al gran artista británico, a cien años de su nacimiento, en el centro de la escena mundial

Madrid.-  En la habitación 417 del hospital Rober, solo, con la única compañía de Mercedes, una hermana de las Siervas de María, Francis Bacon murió de un ataque cardíaco, en Madrid, el 28 de abril de 1992. Tenía 82 años. Al día siguiente, fue cremado sin pena ni gloria en el cementerio de la Almudena. El último amor lo había llevado a la capital española cuando su cuerpo, agotado tras una neumonía desatendida, dijo basta. Se llamaba José el ingeniero experto en finanzas, cincuenta años menor, que lo enamoró con su fina letra y modales aristocráticos tras la muestra de la Tate Gallery, en los años ochenta.

Francis Bacon ya era entonces un artista de culto, el único británico colocado por la crítica en el Parnaso de los grandes, a la altura de J. M. W. Turner (1775-1851), el inglés que vio la luz como nadie, y un escalón más arriba que Lucian Freud, nieto del padre del psicoanálisis y, quizás, su único discípulo. Bacon no tuvo maestros, pero en su altar pagano colocó en la cima a Velázquez, Goya, Cimabue, Poussin, Rembrandt y Giacometti. Escultores, sólo tres: Miguel Ángel, Rodin y Brancusi.

La retrospectiva del Prado inició su camino en la Tate de Londres y seguirá viaje al Metropolitan de Nueva York. Es un ambicioso proyecto, precrisis, que unió los esfuerzos públicos y privados con el apoyo financiero de Acciona, la empresa de José Manuel Entrecanales Domecq; del Patronato del Prado, presidido por el coleccionista Plácido Arango, con el impulso de Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, y de Alberto Luis Gallardón, su alcalde.

 

Las obras provienen, entre muchas notables procedencias, de la Tate Britain, del Pompidou, del Guggenheim de Nueva York, del Museo Thyssen, de la Fundación Beyeler, de la colección Hess de Berna, del Legado Francis Bacon y del MoMA de Nueva York, representado por la formidable tela llamada Painting , que Alfred Barr, director del museo fundado por los Rockefeller, compró en 1946. Está también, y es conmovedor, el homenaje a George Dyer Tríptico, mayo-junio 1973 , propiedad de la coleccionista suiza Esther Grether, principal accionista de Swatch. Esta mujer, de perfil bajísimo, como son los suizos por naturaleza, tiene en sus manos cuatro trípticos de los treinta que pintó el artista británico. El que se exhibe en el Prado fue adquirido por Grether en 1989 por 5,3 millones de dólares. La valoración económica de la obra del británico corre pareja con su enorme influencia entre los jóvenes artistas y con el regreso de la pintura a los primeros planos. En realidad, nunca se fue, y su muerte, tantas veces anunciada, no se cumplió. Bacon resulta una figura incómoda en la narrativa del arte. Eligió reinterpretar la figuración en el contexto de las vanguardias seducidas por la abstracción. Fue un solitario de ambiciones radicales. Sin términos medios. Decía de su obra que estaba destinada a la National Gallery… o al tacho de basura. Ganó el primer destino.

La exposición ocupa las nuevas salas del Prado, ampliado según un proyecto de Rafael Moneo (Pritzker 1996), que extiende los pabellones hacia el monasterio de los Jerónimos en la mayor renovación estructural del museo que, con el Thyssen y el Reina Sofía, conforma el “triángulo de las bellas artes” de Madrid. Son más de 20.000 metros cuadrados para dar aire y espacio a las muestras temporarias y realzar la colección real, una pinacoteca singular y espléndida, formada sobre el gusto personal de los Borbones sin el carácter enciclopédico del Louvre, el British Museum o el Metropolitan. Esa expansión severa y austera, con sus paredes color carne de melón, es la cara opuesta de los museos firmados a la manera de Frank Gehry. No es perfecta, diría Michael Kimmelman, crítico de The New York Times , pero ¿qué lo es aparte de Velázquez?

Velázquez está en la matriz de la obra de Bacon. Su influencia se vuelve obsesión en la serie inspirada en el retrato del Papa Inocencio X, de las galerías romanas Doria Pamphili. Con esa obra tuvo Bacon una cita a la que nunca llegó en la primavera de 1954, camino de la Bienal de Venecia, donde compartió el pabellón de Gran Bretaña con Lucian Freud y Ben Nicholson.

La otra obsesión se llamó George Dyer, el amante muerto por sobredosis en un hotel parisiense la noche previa a la inauguración de la gran retrospectiva del Grand Palais, en 1971. La tragedia le dio mayor credibilidad a sus pinturas, eran la expresión desolada del artista ateo obsesionado por la fragilidad de un mundo sin Dios. Aquella muestra fue su consagración y el cadalso del amante. Los laureles de la fama lo mimaban y repetía, un siglo después, el derrotero de J. M. W. Turner, último británico en colgar sus obras en las salas de Champs-Elysées. La de George Dyer es la historia íntima de un desencuentro, narrada en el film sobre la vida, o un tramo de la vida, de Francis Bacon. El amor es el demonio , dirigida por John Maybury, recrea la otra cara del artista con imagen de dandy que sólo tomaba champagne Krug. El Bacon de los amores perversos conoció a Dyer cuando entró por asalto en su taller. Fue, de inmediato, su amante y luego su modelo. En la muestra se ven fotos del amigo en todas las posiciones, junto a fotografías de Lucian Freud, John Edwards, Peter Lacey, amigos íntimos, modelos ocasionales. No se entiende el proceso creativo del británico sin ese collage de fotos, recortes de diarios, catálogos, imágenes de tiranos, animales, rostros deformados que lo acompañaba como una cohorte.

La pintura de Bacon es la figuración después de la fotografía; pero sobre todo a partir del libro de Eadweard Muybridge sobre la figura en movimiento fechado en 1901. Tipo curioso, Muybridge era un fotógrafo inglés que se mudó a la costa oeste de los Estados Unidos y se hizo famoso tras fotografiar con un sistema mecánico el galope de un caballo y, al hacerlo, probar que en un momento dado los cascos de las cuatro patas estaban en el aire. La idea del movimiento inspira en Bacon el formato tríptico, la secuencia como una manera de prolongar la acción, la mueca, el grito.

Dyer tiene su sala Homenaje , esa serie desgarradora es la celebración post mórtem, el mea culpa al amigo muerto. En la vida pública, Bacon estableció siempre una distancia con su modelo y amante, no lo consideraba a la altura de sus modales artistocráticos y públicamente lo humillaba por su origen proletario, puro músculo y nada más. Ese desprecio explica por qué Bacon se habría negado a la presencia de Dyer en la inauguración de la muestra en el Grand Palais: habrá que buscar allí la razón del último acto, la sobredosis, la muerte.

Manuela Mena es la curadora española de esta gran muestra itinerante que llega en el momento oportuno. No sólo para celebrar el centenario del nacimiento: es el momento en el que los jóvenes vuelven a pintar, a pesar de Duchamp y del arte conceptual. Hasta el díscolo Damien Hirst ha dicho que el último gran pintor fue Bacon. En su huella están artistas notables como Jenny Saville (Cambridge, 1970), pintora de la carne, de la desmesura y de enormes “paisajes corporales”, integrante del grupo Young British Artists (YBA), capitaneado por Hirst y financiado por el publicista Charles Saatchi.

Experta en pintura del siglo XVIII, Mena ganó notoriedad mediática en los últimos tiempos por su lapidario informe sobre la autenticidad de El Coloso de Goya, que determinó que la pintura no era obra del autor de La maja desnuda. Es la autora, también, del sesudo prólogo del catálogo de Bacon, donde indaga en las relaciones del británico con la pintura de Velázquez y Goya. Conoció esa relación en carne propia. Acompañaba a Bacon en sus largas visitas al Prado, a fines de los años ochenta, cuando el británico volvió a descubrir Madrid, ciudad que conoció de paso en 1950, cuando iba rumbo a Tánger con su amigo Peter Lacey. De vuelta en la capital española, disfrutaba de los martinis del Bar Cock, de las tapas de La Trainera y, sobre todo, de su admirado Velázquez. Recorría el museo los lunes, a puertas cerradas. Cuenta Mena que miraba los cuadros como quien se recrea en la piel de un amante.

En la huella de Velázquez, Bacon percibía el mundo que lo rodeaba en estado de descomposición; la metáfora es el cuerpo desguazado por su “pincel bisturí”. Pintor de la corte, Velázquez asistió al derrumbe del Imperio y Bacon, por su parte,  pintó su tríptico de la Crucifixión meses antes del fin de la Segunda Guerra Mundial.

La visita al Prado para ver a Bacon es un acto impiadoso. Un recorrido sin tregua por sus íntimas obsesiones. Abre la exposición Tres estudios para figuras al pie de una Crucifixión , que Bacon expuso en abril de 1945 en la galería Lefevre, en New Bond Street, un mes antes del suicidio de Hitler y del descubrimiento de los campos de exterminio nazi. ¿Cuánto del horror está impreso en esas fauces hambrientas con las piezas dentarias al descubierto, el cuello extendido que en la tensa torsión no se sabe si es de un animal o de un ser humano? En la sala siguiente, el papa aullador inspirado en el Inocencio X, de Velázquez, atrapado en su cárcel de cristal, es una mancha surgiendo de la oscuridad, “un ectoplasma carnívoro”, como lo llama el crítico Robert Hughes, con reminiscencias de Grünewald y del grito desesperado de la película El acorazado Potemkin . En la tela congela el grito que todavía se oye.

La operación pictórica de Bacon es volver a los clásicos para desarticularlos, los despanzurra como una pieza de caza y se ensaña con ellos con la misma ferocidad que lo hizo con sus relaciones más íntimas. Pintaba con la resaca de una noche de farra, temprano por la mañana, con el peor de las ánimos y la mejor luz de su taller de South Kensington.

Francis Bacon (arriba con Lucien Freud) nació en Dublín el 28 de octubre de 1909. Segundo de los cinco hijos de Edward y Cristina, ingleses protestantes. Su padre, veinte años mayor que su madre, era un entrenador de caballos de carrera, ex militar, rudo en las formas y en el mando, que condenó a su hijo a un destino itinerante: todos los años una nueva casa, una nueva mudanza. Temprano en la vida lo marginó del entorno de los afectos tras haberlo descubierto, a los 16 años, vestido con la ropa interior de su madre. Lo echó de la casa. El joven se fue a Berlín en un itinerario de excesos que marcaban el inicio del destino del outsider, según lo definió John Russell, crítico de The New York Times , que lo conoció como nadie. Sobrevivió como pudo, con dinero que le enviaba su madre y con los magros ingresos de acompañante de caballeros que contactaba por avisos en los diarios.

Ni una casa ni una escuela ni una patria. Fue diseñador de muebles, émulo menor de Le Corbusier, obsesionado por la belleza y las cuestiones estéticas que siguen presentes en su pintura, alfombras búlgaras, muebles tubulares, fondos lisos, escenográficos y riesgo asumido en el uso del color. Un esteta hasta en la elección de cubrir sus pinturas con un vidrio y crear así una distancia con el espectador, la pintura convertida en objeto vuelve distante la materia más cercana, la carne.

Autodidacto, se sabe poco de lo que pintó antes de 1944. El disparador, el click mental, fue una muestra de dibujos de Picasso que vio en la galería de Paul Rosenberg. Desde entonces la pintura fue el refugio, la tregua tras los ataques de asma, combatidos desde que era un chico con morfina. Se ató al caballete como a un madero. “Si no hubiera sido asmático, no habría pintado. Y si no hubiera sido pintor habría sido delincuente”. Ha dicho Bacon.

 

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Un Rembrandt “aparecido” es noticia en Maastricht

Una pintura de Rembrandt perdida en el tiempo y en el espacio se exhibe desde ayer en TEFAF (The European Fine Arts Fair), la más exquisita concentración de arte antiguo, moderno y contemporáneo que tiene como sede la ciudad de Maastricht, en el sur de Holanda y abrirá en breve dos “sucursales” en Nueva York bajo la batuta del dinámico y guapo Patrick van Maris. “El olfato” se llama el cuadro que Rembrandt pintó cuando tenía 18 años. Es la primera obra que firmó, aunque solo con sus iniciales. El lienzo, en perfecto estado y en un estuche de lujo, fue descubierto por un marchand francés en Nueva Jersey, Estados Unidos, y se exhibe en la feria aunque ya está vendido a un coleccionista. Se ignora, por ahora, el valor de la operación. Los bien informados aseguran que fueron 34 millones de dólares, pagados por un magnate de apellido Kaplan.

De eso se hablaba ayer en los pasillos de TEFAF, pero también de la fabulosa instalación de flores blancas en pipetas de vidrio (foto arriba), creada por el diseñador Tom Posma, bien conocido en el ruedo de Art Basel por su talento fuera de serie. Entre los highlights se cuenta un corsé de yeso que perteneció a Frida Kahlo y que la artista de Coyoacán “iluminó” con el signo de la hoz y el martillo. Fue Martín Castillo, erudito director de galería Sur de Montevideo, quien recuperó el corsé guardado por años en un depósito por pedido de Diego Rivera, muralista mayor y pareja de Kahlo. Frida, mujer indómita, vivió un recordado romance con la cantante de boleros y rancheras Chabela Vargas. .

La pieza tiene un precio de 3,5 millones de dólares y se la disputaban ayer dos interesados, uno famoso y mexicano. Para decirdirse hay tiempo hasta el 20 de marzo, día en que cierra esta feria de las maravillas. El único lugar en el mundo donde pueden encontrarse bajo el mismo techo la Suite Vollard de Picasso, Tete de femme, de Matisse, el Libro de Horas de Luis de Orleans (siglo XV, 12 millones de dólares), un video arrasador de Bill Viola y obras de Anish Kapoor, Cy Twombly, Tomasello, Cruz Diez, Le Parc, Helleu, Boldini, Atchugarry, Fontana, Canova y los muebles diseñados por el arquitecto mexicano Barragán y por el hermético hombre que vestía siempre de franela gris: Jean Michel Frank.  El diseñador que inspiró a la arquitecta de interiores  Andrée Putman vivió en Buenos Aires, trabajó para la casa Comte y el mueble que se exhibe en TEFAF (vendido a los 10 minutos de abrirse las puertas) es casi igual al que tenía Celina Pirovano, genial decana de la decoración en la Argentina, en su departamento de la calle Santa Fe.

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ARCO 2017, Argentina país invitado

 

Sala llena de coleccionistas, curadores, galeristas y gente de la casa es decir de IFEMA, organizadores de la Feria ARCO de Madrid, que ayer confirmó lo que todos esperábamos: Argentina será el país invitado para 2017. Celebrado con un emotivo mensaje por el ministro de Cultura de la Nación, licenciado Pablo Avelluto y aplaudido por Hugo Sigman, Orly Benzacar y la alcadesa de Madrid, sentados en la primera fila, y por una pléyade de seguidores del arte argentino urbe et orbi. Alli estaban Juan y Pat Verges, Dudu von Thielmann, Aníbal Jozami, Jean Louis Lariviére, Alex Oxenford, Marga Macaya y Julia Converti (plana mayor de arteBA, que será socia estratégica en la organización) y la comitiva del MInistro integrada por los secretaros Iván Petrella y Américo Meco Castilla y la directora de Prensa del ministerio, la periodista  Mercedes Funes. Una grata noticia que acelera muchísimos planes y urge poner algunas cosas en orden, como definir  la libre circulación de obras de arte, tema clave si se quiere hablar de ventas y coleccionismo. Presente en ARCO para integrar la mesa de lanzamiento internacional de la Bienal Sur Globa,l que organiza Aníbal Jozami (Untref), pasó por Madrid Andrés Duprat , director del MNBA, que fue por años en Director de Artes Visuales, Duprat asegurò que hay un proyecto de ley para simplificar el tema de la circulación y llevarlo al plano digital, como sucede en otras partes. Manos a la obra, parece haber sido la consigna del Ministro Avelluto, que en el business center de ARCO se reunió con el grupo de galerías que integran la flamante  Cámara presidida por Orly Benzacar. Se sentaron a la mesa para afinar el lápiz y plantear propuestas de cara a febrero de 2017, cuando todo Madrid hable del arte argentino, y por lo tanto, de la Argentina también. En eso piensa el Ministro, y seguramente el presidente Macri, aunque en estos días su mirada está solo puesta en Roma y en su encuentro con el Papa Francisco.

En la reunión estuvieron Mauro Herlitzka, Nora Fish, Julian Misrahi, Florencia Giordana Braun, Jorge Mara, Documenta Art, Szlymud, ausente Ignacio Liprandi, (la obra de arriba es de Claudia Fontes y se exhibe en su stand),  los secretarios de Estado del Gabinete de Cultura y la gente de la Fundación Exportar, que tanto ha hecho por la difusión de nuestro arte en el exterior. Febrero del año que viene será una fecha para tener en cuenta, un punto de partida y una meta. Es la gran oportunidad de visibilidad para los embajadores de la creación, como Tomás Saraceno, Jorge Macchi, Leandro Erlich, Eduardo Basualdo, Liliana Porter, Eduardo Navarro, Luciana Lamothe, Claudia Fontes, Tomás Espina, Pablo Siquier,  Adrián Villar Rojas y tantos otros. Una cucarda para el director de ARCO, Carlos Urroz que ha sido el artífice de esta elecciòn; por su mirada, su sensibilidad y el enorme trabajo realizado para le edición 35 que cierra mañana y es excepcional. Mérito tambièn de María de Corral y el equipo de curadores. Especialmente  Aaron Moulton ( lo más parecido que vi a Jude Law), formado en el mundo, radicado en Los Angeles, donde integra el staff de curators de la Gagosian Gallery. Chapeau ARCO 35!!! Curadoras designadas para ARCO36; Inés Katzenstein y Sonia Becce.

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ARCO 35, la feria madrileña viene con premio

 

Los galeristas argentinos están armando las valijas para llegar a la feria de Madrid la semana pròxima y asistir a la inauguración de invitados especiales, curadores, directores de museos y más de 200 coleccionistas planetarios. Allí estarán Orly Benzacar, Jorge Mara (La Ruche) , Estela Totah (Del Infinito), Nora Fish e Ignacio Liprandi, con “lo mejor de cada casa”, como diría el Nano Serrat. En la sala VIP, auspiciada por El Corte Inglés, se descuenta que el clima será festivo, acorde con la celebración que tendrá en Juana de Aizpuru (abajo) a la figura central.

Nada más justo. La galerista sevillana de pelo rojo fue la creadora de la feria que convirtió a Madrid en lo que es; una ciudad mundana y sofisticada. Muchas sorpresas más esperan en los pabellones de Ifema y una de ellas será para nuestro país. Todo indica que Argentina será el país invitado en 2017. Nada más justo. ARCO ha sido siempre una suerte de socia argentina en Europa y viceversa. Cuando la feria de Buenos Aires daba los primeros pasos de la mano de Jacobo Fiterman, Marta Fernández y Alejandro Corres, la entonces directora de ARCO Rosina Gómez Baeza viajó a Buenos Aires en carácter de consejera dueña del know how ferial. Finalmente, será el actual director Carlos Urroz, cerebro y factótum por años de las estrategias feriales, quien haga oficial el anuncio que todos esperamos. Nada más justo. Y Julia Converti, directora de la feria porteña (también de pelo rojo), quien reciba la noticia más esperada, desde que Ruth Benzacar cumplió un rol clave en la continuidad del convite del arte contemporáneo camino de Barajas.

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Colección Tedesco, modelo para armar

Esteban Tedesco recuerda que el primer cuadro que compró fue un Russo, de escala media. No tenía plata ni venía de una familia rica. Vivió de chico en la provincia de Buenos Aires, en una casa de puertas abiertas, muchos hermanos, un padre herrero especializado en piezas artísticas y una madre que trabajaba de sol a sol, para que no faltara nada en la mesa de sus ocho hijos. La historía suena remota, lejana y bastante increíble, cuando se la escucha de boca del exitoso cirujano plásitco, amigo íntimo de grandes coleccionistas, que cada dos años peregrina a Venecia para no perderse una Bienal y que por tercera vez muestra su colección, bah, “parte de su colección”; asegura que solo el “20 por ciento” se puede ver en las salas del Centro Cultural Borges. La curaduria es de Philippe Cyroulnik, muy amigo de artistas argentinos con base en París y un conocedor persistente de todo lo que sucede fronteras adentro en la producciòn contemporánea.

Con la Colección Tedesco es fácil trazar un mapa del arte argentino de los últimos 30  años. De Siquier a Basualdo, pasando por Macchi, Costantino, Gallardo, Reyna, Cambre, Villar Rojas, Marcos López, Jorge Miño … Están todos los artistas que tallan hoy en el circuito local y en la arena internacional, y otras preferencias personales del doctor Tedesco. Claves de su colección: 1) que me guste la obra 2) que la pueda comprar. 3) que esté dentro del corpus de la colección, que no se despegue. 4) que sea un trabajo representativo de su autor. 5) que imagine proyección futura para el artista. “Hasta ahora me fue bien”, dice Tedesco vía web.

Elegida del coleccionista, y seleccionada por el curador, es la obra de Tomás Espina (arriba) inspirada en los episodios de violencia, que siguieron a la caída del gobierno de De la Rúa, en 2001. Escenas  pintadas con pólvora que integran, por su carga simbólica, un lugar singular en pinacotecas argentinas y for export, además de haber inspirado un libro financiado por una mecenas iraní que vive en Ginebra y pasa sus veranos en Punta del Este. Elección reciente, y que con seguridad no tendrá espacio para desplegar sus alas en el departamento francés del coleccionista en Plaza San Martin, es la mariposa de Andrés Paredes (arriba) que recibe al visitante en el ingreso del Centro Cultural Borges. El artista misionero conquistó un lugar en la escena del arte argentino con el lenguaje que mejor conoce: el de la naturaleza. La trama sensible, vegetal y misteriosa de sus tejidos visuales encanta. De Cynthia Cohen se incluye un gallo altanero de cuño hiperrealista. Linda obra.Recien inaugurada la muestra es una de las imperdibles citas de febrero en Buenos Aires. En los altos del shopping de Galerías Pacífico, el Centro Cultural Borges, despliega en sus salas un panorama inusual de la producción de las últimas tres décadas. Visitarlas es la oportunidad para deconstruir la orientación estética de la mirada quirúrgica de Esteban Tedesco. También, para hilvanar la identidad plástica y conceptual de un artista de la estatura de Jorge Macchi, que tendrá su retrospectiva “mitad de carrera” este año en Malba.

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Perón y Evita en el retrato del glamour

Todo parace indicar que el retrato de Perón y Evita, obra del franco argentino Numa Ayrinhac, seguirá colgado en la Casa Rosada. El cuadro tiene su historia. Fue comprado por Carlos Spadone en una subasta de Posadas SA, la rematadora que lideró las ventas en los ’90, resultado de la fusión de Bullrich, Guerrico & Gaona. El empresario se lo regaló a Carlos Menem, que tenía en su despacho pintura argentina clásica, en general paisajes, varias de ellas procedentes de la Galería Zurbarán, cuyo director, Ignacio Gutiérrez Zaldívar, siempre mantuvo fluidas relaciones con políticos y diplomáticos. En la era del presidente Macri ingresaron en la pinacoteca oficial obras de Luis Fernando Benedit, Tatato, cuya fuente de inspiración fueron siempre las cosas nuestras, el campo y la obra eterna de Florencio Molina Campos. En el retrato, Perón y Evita están en la cima del poder y de la gloria. Ella tiene 27 años, luce un vestido espectacular diseñado por Jaques Fath, un grande de la moda, como Dior, Schiaparelli y Madame Grés.

Numa Ayrinhac nació en Francia y emigró a la Argentina con su familia para radicarse en Pigué, oeste de la provincia de Buenos Aires , donde es fuerte la presencia de la comunidad francesa. Alumno de Ernesto De la Cárcova, su obra, de paleta realista, estuvo asociada al paisaje hasta que Eva Perón lo eligió como “pintor de la corte”. El retrato que comentamos fue pintado en 1948 y considerado por el marimonio Perón como único retrato oficial. Antes había pintado a la madre de Evita, Juana Ibarguren, y a su hermano Juan Duarte. La relación del presidente Macri con el arte tiene mucho que ver con el interés de Juliana Awada por el arte argentino, un terreno en el que dio sus primeros pasos como compradora de buen ojo y gusto definido en sucesivas ediciones de arteBA, la feria de arte de Buenos Aires de la que es conspicua animadora.

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Wainrot, un coreógrafo con rango de embajador

Antes de dar el sí protocolar, y de que la designación salga publicada en el Boletín Oficial, las redes sociales le dieron el espaldarazo a Mauricio Wainrot como nuevo director del Asuntos Culturales de Cancillería. El cargo tiene la medida de un hombre que hizo del mundo su escenario y conquistó los grandes teatros, primero como bailarín y luego como coreógrafo. Su relación con las artes visuales tuvo durante años protagonismo y dedicación particular, a través de Carlos Gallardo, su compañero de vida, artista y escenógrafo, colaborador en varias de sus más logradas puestas, como la recordada Carmina Burana.

Ayer, las redes respondieron al anticipo del nombramiento, tras la propuesta de la Canciller Susana Malcorra, recibida como un reconocimiento a su larga trayectoria por el bailarín y coreógrafo que está de vacaciones en La Cumbre. Su “paese”, como diría Cesare Pavese. Una casa, un jardín, un sueño y la paz del encuentro lejos del mundanal ruido y cerca de El paraíso, la mítica casa de Manucho Mujica Láinez.

La Dirección de Asuntos Culturales de Cancillería tiene una función clave en la proyección de la cultura argentina al exterior. Se diría que fija la política de Estado respecto de una línea de pensamiento, pero también es el carril para dar visibilidad a artistas, arquitectos, pensadores, cineastas y escritores, a través de citas internacionales como son la Bienal de Venecia de Artes Visuales, la de Arquitectura, allí mismo, en los arsenales venecianos donde la Argentina tiene pabellón propio tras la gestión de Cristina Fernández de Kirchner.

Además, están las ferias de Guadalajara y de Franckfurt, las grandes “bateas” globales para exhibir las novedades literarias y colocar en las vidrieras mayores a nuestros escritores. Se le ha cuestionado a la gestión anterior la existencia de listas negras y, como consecuencia, la ignorancia sistemática de autores reconocidos, pero no alineados con el pensamiento hegemónico.

Sucederá Wainrot, con rango de embajador, a Magdalena Faillace, quien fue responsable del envío a la Bienal de Venecia de la obra de Villar Rojas, cuando tomó la posta de Gloria Bender, ex mujer de Ginés González García. Luego, del envío veneciano curado por Rodrigo Alonso: la “Metáfora”, de Nicola Costantino, con su polémico eco mediático. La artista rosarina estrenó el pabellón que nuestro país tiene por veinte años. El año último, en la Bienal del nigeriano Okwui Enwezor, la Argentina se lució con  la obra mayúscula de Juan Carlos Distefano, con curaduría de Maria Teresa Costantin y el apoyo de su mayor coleccionista, el empresario farmacéutico y productor cinematográfico Hugo Sigman. Arriba, foto de la obra de Distefano en el Pabellón Argentino de los Arsenales.

En un racconto histórico, por la Dirección de Asuntos Culturales pasaron Patricio Lóizaga, Sergio Renán, Teresa de Anchorena, Alberto Petrina y Gloria Bender, entre otros.  Por su proyección internacional mantiene una relación fluida con la Fundación Exportar, organismo que canaliza y financia proyectos, no solo culturales, al exterior. De acuerdo con el actual organigrama del gabinete del Ministro Pablo Avelluto, se da por descontado que el área que conduce Iván Petrella, Cooperacion Internacional y Federal, tendrá materia de trabajo común con Mauricio Wainrot, como director de Asuntos Culturales de Cancillería.

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